más allá de la manida frase de que una buena imagen vale por mil palabras, hay que reconocer que las fiestas veraniegas de Pamplona acumulan un buen puñado de imágenes peculiares, irrepetibles en otro marco y propias de los argumentos del ciclo juliano. Los días de fiesta grande en la vieja capital del reino navarro se convierten en mina de instantáneas que reproducirán los medios impresos con abundancia informativa. Las fiestas navarras proporcionan momentos, situaciones y escenas que propician el lucimiento de los profesionales de la fotografía para transmitir al mundo la personalidad de unas fiestas que juntan tragedia y alegría popular en abundantes dosis a lo largo de casi trescientas horas de diversión y buen ánimo. Las imágenes de la fiesta sanferminera han construido una galería de instantáneas que enriquecen el acervo cultural y social de la más internacional de las fiestas del orbe del ocio y entretenimiento. Con poso y tradición las fotos de la abarrotada plaza Consistorial en el inicio de las fiestas, la variada gama de fotografías que construyen cada encierro, las aglomeraciones humanas en calles y plazas de la capital navarra, el comportamiento de las peñas en la solanera de la Monumental pamplonesa, los derrotados cuerpos de ellos y ellas que duermen en jardines y bancos públicos alimentan el imaginario colectivo y hacen de las imágenes de la fiesta notarios fidedignos de una fiesta sin par. La mitología de los Sanfermines se asienta en miles de fotos que han captado minúsculas partículas, los píxeles de una gran fotografía que es la ciudad abierta a todos los que decidan convertirse en posibles protagonistas de fotografías de la prensa del día siguiente. Una cantera inagotable de imágenes, que parecen casi siempre conocidas, vistas y reconocidas, pero que cada año surgen como ave fénix para dar fe de un acontecimiento informativo de primer orden.
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