Burdeos. Las majestuosas figuras de Jaume Plensa se instalan desde este mes en los espacios urbanos y naturales de la ciudad de Burdeos para establecer un diálogo permanente con sus habitantes. Después de Río de Janeiro, Salzburgo o Chicago, el escultor catalán invade la capital girondina hasta el 6 de octubre con doce piezas al aire libre, de las que cuatro han sido concebidas expresamente para la ocasión.

La intención del artista es redescubrir la ciudad a sus habitantes desde una vertiente humanista, así como alternar símbolos de diferentes culturas para "celebrar la diversidad", declaró. Esculturas tatuadas con letras, frases y notas musicales, o todo lo contrario, abanderadas de la opacidad más tradicional, que con su libre circulación democratizan el espacio artístico, transformándolo en un espacio urbano y compartido.

Intenciones Pese a que sus obras invitan al paseante a la interacción y la exploración sensorial, el artista catalán sugiere no tocarlas, sino acariciarlas "de la misma manera que se hace con un hijo". El cuerpo humano, leitmotiv de la obra de Plensa, es concebido como un "espacio de resonancia poética del individuo". Por ello sus figuras bordelesas rompen con la idea totémica, implícita en la escultura más tradicional, y la reemplazan por "lo imperceptible", es decir los pensamientos.

"Con esta exposición pretendo lanzar una botella al mar con un mensaje", afirmó el artista, que ha dedicado sus más de treinta años de carrera a eliminar toda huella figurativa para sugerir sin aleccionar. Considerado como uno de los grandes herederos de la escultura española, siguiendo la estela de Picasso o Gargallo, el arte de Plensa se construye por la oposición.

Precisamente, la luz, y también su doble, la sombra, se convierten en dos elementos omnipresentes en esta muestra, al atravesar, irradiar y penetrar las formas tanto de día como con el alumbrado nocturno, instalado a propósito.