cannes. El japonés Hirokazu Kore-Eda es un experto en películas sobre la familia y su problemática y sigue en esa línea con Soshite Chichi Ni Naru (Tal padre, tal hijo), un filme sobre la paternidad y el intercambio de niños al nacer con el que emocionó ayer en Cannes.

"No tengo padre ni madre y me he convertido en padre. Mi situación en la sociedad ha cambiado, he pasado de ser hijo a ser padre. Me interesa ese aspecto y seguiré hablando de él", explicó ayer Kore-Eda, en competición oficial en el festival francés, en el que su nombre es uno de los habituales. El filme cuenta la historia de dos familias. Sus hijos, de seis años, fueron intercambiados al nacer por un error del hospital y ahora el centro médico propone deshacer el cambio y que Keita y Ryusei regresen cada uno con sus padres biológicos. Kore-Eda partió de un personaje, el padre de Keita, un hombre muy orgulloso de sí mismo, con un buen trabajo, buena casa y una vida perfectamente organizada. "Pensé cómo sería ser criado por un padre así" y ese fue el punto de partida de la historia, en la que el realizador quiso crear un juego de contrastes para provocar un cambio radical en él. Y para lograrlo se vio obligado a poner frente a ese personaje a alguien muy diferente, que es el padre de la otra familia, mucho más despreocupado de las cosas materiales y centrado en hacer feliz a sus hijos. "Mi proyecto no era mostrar diferentes clases ni la sociedad japonesa, se trataba de encontrar una forma de provocar un shock en el personaje principal y aunque el resultado muestra dos caras de la sociedad japonesa, ese no era el objetivo", explicó. Una sociedad en la que el éxito parece dominarlo todo, algo que ejemplifica a la perfección ese padre triunfador al que interpreta Masaharu Fukuyama, toda una estrella de la canción y del cine en Japón. Junto a él, los dos niños a cuyo alrededor gira la historia, Shogen Hwan y Keita Ninomiya, tan diferentes como encantadores . De una naturalidad desbordante, su interpretación es lo que da fuerza a una película narrada con sutileza y emoción pero que no supone un giro novedoso en la carrera de un realizador que vuelve una y otra vez sobre el mismo tema.

El festival recibió también ayer a Benicio del Toro, que da vida en Jimmy P. a un indio americano en el que prueban una mezcla de psicoanálisis y antropología. Una historia real que compite en Cannes y en la que el actor abordó su personaje como el "acercamiento de un ser humano a otro ser humano", sin distinción de razas. Del Toro explicó que "la historia de los indios americanos es una gran historia aún no resuelta y eso es fundamental para entender el personaje", James Picard, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que es tratado con técnicas muy novedosas en el Estados Unidos de los años 50. Una historia que ha trasladado a la gran pantalla el francés Arnaud Desplechin en Jimmy P., que fue fríamente recibida en Cannes, donde sus largos diálogos y la omnipresencia del psicoanálisis no convencieron a la prensa.

reconciliación con el pasado El escritor y cineasta chileno Alejandro Jodorowsky compite en la Quincena de Realizadores con La danza de la realidad, una película en la que se presta a un ejercicio autobiográfico y con la que se reconcilia con su pasados. Su séptimo filme pone fin a una ausencia cinematográfica de 23 años y abre la puerta al universo particular de su infancia, en el que se somete a través del arte a una suerte de terapia familiar. El realizador recibió ayer emocionado los aplausos del público.