madrid. Estaba muy debilitado. Casi un siglo sorbiendo la vida acaban empachando a cualquiera. El domingo no quiso comer nada, pero su sobrino le preparó una copa de Campari y le dio unos sorbos. El granizado le supo a gloria y "se lo tomó como un niño". Miró a su mujer, Olga Lucas, y soltó su última frase: "Ahora empiezo a sentirme mejor. Muchas gracias a todos". José Luis Sampedro se fue a dormir y ya no despertó. Quiso, además, que la noticia se propagara tras la incineración, y su familia respetó su última voluntad. No era amigo de homenajes ni lisonjas.

Tras quemar 96 años de vida ("la vida es un arder, y el que no arde no vive"), el escritor y economista catalán se fue sin estridencias, sin armar ruido ninguno. Con su muerte, los desheredados de la tierra, los desa-huciados, los oprimidos, los menospreciados y ninguneados, todos aquellos que han sido condenados a la pobreza se quedan, una vez más, huérfanos. Porque an-tes que economista, antes que escritor, José Luis Sampedro fue un humanista convencido, un revolucionario tranquilo.

Las nuevas tecnologías, aquellas a las que él trataba de adaptarse, echaban humo ayer. Su muerte se vio reflejada rápidamente en Twitter, donde se situó como el segundo tema mundial en la red social y el primero en el Estado español. A eso contribuyeron mucho organizaciones surgidas al calor del 15M. Ahora que Hessel y Sampedro se han marchado, también han quedado huérfanas de voz.

Coherente, lúcido, integral, generoso, sabio, irreverente, cálido y educado, Sampedro dejó un halo de simpatía a su paso. No solo por su carácter, también por su pensamiento, que quedó reflejado en infinidad de excelentes trabajos. Así, la cultura universal pierde un literato que dejó obras como El río que nos lleva (que fue llevada al cine por Antonio del Real, en 1988), La sonrisa etrusca, Real Sitio, El amante lesbiano, Octubre, octubre (en la que trabajó 19 años) o la magnífica obra teatral La paloma de cartón.

Una dedicación, la escritura, que en 2011 le fue reconocida con el Premio Nacional de las Letras. "No estaba relacionado con ningún movimiento ni con las modas pasajeras, su personalidad al escribir respondía a su propia inspiración", dijo ayer de él otro escritor, José María Merino.

También la economía acusará el vacío dejado por el barcelonés. Y la utopía, pues él era fiel defensor de lo que a estas alturas parece casi imposible (aunque necesario): cambiar la sociedad y la política. Sampedro fue un incansable crítico del capitalismo y aguerrido defensor de una economía más humana y solidaria, capaz de contribuir al desarrollo de la dignidad de los pueblos. Así lo dejó reflejado en obras como Conciencia del subdesarrollo y El mercado y la globalización, entre otras, donde regalaba frases como esta: "El mercado se hizo para el hombre, y no al revés". Elegido el 1 de febrero de 1990 para ocupar el sillón F de la Real Academia Española (RAE), ingresó en la institución el 2 de junio con un discurso que tituló Desde la frontera, dedicado al consumismo y su pernicioso influjo en la sociedad actual.

Por si acaso, dejó plasmadas sus vivencias en Escribir es vivir, pero seguirá vigente, por muchos años, su conciencia vigilante.