aZOKA: cinco letras. A, de afiche. Z, de zirriborroa. O, de obra. K de kartela. A de anuncio. Desde 1965, la Euskal Liburu eta Disko Azoka de Durango, la mayor cita cultural que reúne a vascos del norte y del sur, se anuncia con un afiche, zirriborro, obra, kartela, anuncio, en definitiva, un póster, uno, que grita con cinco letras a las siete herrialdes su celebración única. A un país que palpita y se alimenta de arte.

Los grandes eventos precisan de uno. Un cartel avisa la celebración de San Fermín, de la Aste Nagusia, del Festival de Cine de San Sebastián… de la feria que erige en capital de las raíces vascas a Durango. En la sociedad de amigos Gerediaga- organizadora del evento anual proyectado para fechas en rojo inmaculadas y que no cierra por el día de la Constitución española- bien lo saben. El exdirector de la Azoka, Jon Irazabal, el fotógrafo oficial de la cita, Txelu Angoitia, y el encargado en su día de todo lo relacionado con el cartel, José Mari Uriarte , se reúnen y emiten conclusiones, impresiones y anécdotas que hacen al afiche, un obra mayor, necesaria. Los tres, además, -y quien escribe, los cuatro- somos autores de un póster que en su día anunció la feria del disco y libro. Este año, Gerediaga ha vuelto al sistema de encargar su factura a un autor vasco, tiempo atrás era a artistas de Durangaldea. En esta edición, la responsabilidad ha recaído en Nestor Basterretxea, considerado "el patriarca del arte vasco, vivo: por edad y por peso artístico", exponen. Curiosamente, Basterretxea formó parte de un movimiento cultural en el que también fue requerido el autor del primer cartel hace 47 años, José Ignacio Andreu Uriarte, de Durango. "Con lo cual, el primero y el último cierran de forma común un círculo", acierta Angoitia. Y una apreciación más: Basterretxea solicitó que no se le pagase. Ha sido el único. Su obra ha salido de imprenta con 7.200 copias: 3.200 grandes, 2.000 pequeñas y otros 2.000 con código Q.R., logo que permite al ciudadano descargar el programa de la feria desde el móvil. Este año "dos pelotones" han recorrido Hegoalde para difundir el póster. "A Iparralde, se envían", diferencia Irazabal.

El transcurso de 47 calendarios desde su humilde organización en Andra Mari, -dicen, el pórtico cerrado más grande de Europa-, ha motivado obras de todo tipo: dibujados, collages, fotografía, grabados, diseño por ordenador… Con motivos al gusto del autor, dejado a su libre criterio; diferentes papeles, estilos… Angoitia tiene la impresión de que los encargados a personas de Durangaldea tenían "una mayor personalidad, identidad, más cuidados. Los de a concurso eran más correctos estéticamente hablando, pero sin la chicha de aquellos anteriores".

Así, coinciden en que hay pósters que cumplen su labor de grito mudo al ciudadano en la calle y, otros, que a pesar de ser "muy bonitos, no". Les impactó el ruso de Ismael Iglesias. "Funcionaba porque, a pesar de que era sobrio, llamaban sus colores negro, azul y rojo", valoran. En formato apaisado hubo al menos dos de Pablo Cuevas y el felpudo de ongi etorri de Miriam Peña. El concurso prohibió esta apuesta.

La Azoka también ha tenido artistas que han repetido, como son los casos de Jaime Vicario, Fernando de Vicente o Javier Lacalle Laka. Este último, además de reincidente protagoniza una anécdota en un cartel que no era suyo, en el facturado por Jon Irazabal. "Puse un mapa de Euskal Herria limpio. A Laka le pareció aburrido y por su cuenta, le dibujó caminos", echa a reír el exdirector de la feria. Uriarte rebobina que eran tiempos en los que "conocías a alguien y le llamabas, como a Pablo Garitaonandia o Rakel Hernández Unzueta, que hizo algo curioso".

Entonces se entregaba el cartel "ya hecho" y de él se sacaban fotolitos. Un proceso complicado y que lo era más si el afiche "llevaba, por ejemplo, letras pegadas". Con la llegada del ordenador, la factura era más limpia. Y durante los últimos cinco años, los ganadores fueron a buscar los ingredientes de la victoria y el jurado optó por elegir en varias ediciones seguidas carteles de fondo blanco con dos colores más: verde y negro, ejemplo de Olentzero "en pelotas" o el de la txapela, gafas y auriculares que, curiosamente, despertó más morbo que el primero. "Los de concurso igual eran más pro, pero sin alma", disecciona Angoitia.

Si uno rebobina, tira de hemeroteca, los primeros diseños eran "muy clásicos de la época", tiempos musicales del Ez dok hamairu!, por ejemplo. "Quizás eran más ingenuos, lo que no es sinónimo de malos", levantan el dedo índice. El primero fue obra de Andreu Uriarte. El de Durango se codeaba con los Chillida, Oteiza, Balerdi… "¡Era muy moderno para aquella época!", asienten. Aquel árbol dibujado se imprimió en diferentes versiones durante seis ediciones encadenadas. Asimismo, sirvió para un sello que se acuñaba entonces y que se pegaba a los ejemplares que se vendían. "Hay uno en papel metalizado y color verde muy rompedor", analiza Txelu. Irazabal ilustra: "Se repitió el mismo porque hacer fotolitos en metálico era muy caro entonces", años en los que Gerediaga se anunciaba en los pósters como "Guerediaga" y hasta 1972 la censura franquista no permitió inscripción alguna en euskera por lo que la cita se llamaba: Feria del Libro y Disco Vascos de Durango. Cuando llegó la posibilidad de hacerlo, se fue depurando la semántica. "Se debatía si poner disku, diska, disko… Al final fue disko", agrega Irazabal.

Los carteles de la Azoka también han supuesto quebraderos de cabeza a organización y autores. En uno, apareció una mujer y un hombre semidesnudos. En Gerediaga temieron lo peor y e ingeniaron un lema: "La cultura nos viste". Alguna voz dijo que la mujer estaba menos tapada. "El modelo, el hombre, se quejó de que se le veía poco, quería enseñar más", se ríen. Pero la polémica más recordada y que dejó sin habla a su autor gasteiztarra, fue la del cartel de txapela, gafas y auriculares. La Defensoría de la Mujer del Gobierno vasco apoyó una denuncia por ser un póster supuestamente machista. "No se llegó a juicio. Emakunde nos abrió expediente, pero se sobreseyó. Nos llegaron, incluso, a ocultar la identidad de quién nos había denunciado", revelan y continúan: "No tenía fundamento, parecía más publicidad para quien se metía en la guerra que otra cosa. En esos días era políticamente correcto darnos de hostias", concluyen. El artista se atrincheró en su dolor y decidió no dar valoración alguna al respecto.