La primera imagen de Sinister, de la que luego nace la primera secuencia, es difícil de olvidar. Cuatro personas encapuchadas, maniatadas y con una cuerda atada a sus cuellos permanecen de pie debajo de un árbol. Rodada bajo los ropajes del super 8, con el ruido del cine familiar que, por pertenecer a lo real, siempre reclama la legitimidad de lo verdadero, la secuencia que revela se descubre siniestra. De repente, la rama de la que apenas se aprecia que algo o alguien la está manipulando, cae al suelo limpiamente cortada. Es un desprendimiento letal porque su descenso, a modo de contrapeso, significa el ahorcamiento de los cuatro desgraciados atados a ella. Posteriormente, y ésta es la evidencia de la falta de convicción de Derrickson, un director empeñado en el subrayado, un aficionado al cine de miedo que teme no llegar, usa y abusa de esa secuencia de morbo tan evidente como innecesario.

Derrickson tiene algunos hitos sorprendentes. hizo la quinta entrega fílmica de Hellraiser y consiguió que fuese la primera que no se estrenó en los cines. Tuvo un acto de reafirmación más prometedor cuando filmó El exorcismo de Emily Rose (2005) pero volvió a las andadas al atreverse con el descafeinado remake de Ultimatum a la tierra (2008).

En Sinister podía haber conseguido un interesante filme de haber optado por el thriller en lugar de entregarse a los excesos del todo vale. El argumento arranca bien. Un escritor al que la ficción no le da éxito, ha encontrado un cierto prestigio y bastante dinero, al escribir sobre asesinatos terribles a los que la policía no ha sabido dar respuesta. Empeñado en triunfar, el escritor no duda en trasladarse con su familia al escenario de un terrible crimen. La aparición de unas películas domésticas en el desván de la casa, allí donde el psicoanálisis dispone el subconsciente, sumergirá al escritor en una espiral minada de amenazas. Pues bien, con entramados tan arquetípicos, explotados con alta destreza por gentes como Stephen King, Derrickson dura medio tiempo. Aquel en donde resuena el Blow Up de Antonioni, allí donde lo real impone un verosímil estremecedor. Luego, cuando pervierte lo fantasmático para lograr una carta blanca, la película se transmuta en carne de videoclub.

Dirección: Scott Derrickson. Guión: Scott Derrickson y C. Robert Cargill. Intérpretes: Ethan Hawke, Vincent D'Onofrio, Fred Dalton Thompson, James Ransone, Clare Foley y Juliet Rylance. Nacionalidad: EEUU. 2012. Duración: 110 minutos.