Sabido es que Araia y música son casi sinónimos. Ahí están para demostrarlo la actividad de su Escuela de Música, Asparrengo Udal Musika Eskola; la Asociación Musical Germán María de Landazabal, que integra a la Banda; la Coral y la Banda de Txistularis; los incombustibles Joselu Anaiak; los txalapartaris de Azken Kolpe; Tomás Albizu de Los Diamantes, o Jesús Mari Alegría Pinttu, que además es presidente de Músicos sin Fronteras; sin olvidarnos de la saga de los Markinez. También es preciso recordar a los organistas Juan Alberdi, Joaquín Zabala, Cayetano Echebarría, María Josefa y Julián Martínez Egurrola, así como al inolvidable Gabi Alegría, sacerdote además de músico, represaliado por negarse a tocar en la inauguración de la Catedral Nueva de Vitoria, presidida por el dictador Francisco Franco. Pero, sobre todos ellos, hay que acordarse de Germán María de Landazabal y Garagalza, quien nació en Araia el 11 de octubre de 1884 y cuyo nombre ostenta la asociación musical de su pueblo.
Germán María, que destacó desde pequeño por su afición a la música, recibió sus primeras lecciones de la mano del organista de la parroquia de San Pedro de Araia. Luego, en Gasteiz, estudió piano con Juan Aranburu y armonía con Francisco Viñaspre. Terminó la carrera de música en el Conservatorio de Madrid y, a partir de los 23 años, consiguió becas para ampliar sus estudios en Roma, París y Munich. En 1914 su obra Escena coral vasca para coro mixto fue premiada por la sociedad Euskalerriaren Alde. En 1916 estrenó su poema sinfónico En la cumbre de Astobiskar en el Gran Casino de San Sebastián, con dirección del maestro Arbós, y ese mismo año, la comedia lírica La Reina Margarita en el Teatro Principal, también de la capital guipuzcoana. En ese concierto formó parte de la orquesta Nicanor Zabaleta, siendo ésta la primera vez que el genial arpista donostiarra tocó en público.
En la cumbre de Astobiskar estaba basada en La batalla de los muertos, obra de Juan Iturralde y Suit, cuyo tema es la batalla de Roncesvalles, en la que los vascones derrotaron al ejército de Carlomagno. Landazabal dedicó esta obra a otro ilustre navarro tan profundamente vasco como Iturralde, Arturo Campión, miembros ambos de la Asociación Euskara de Navarra.
Sus contemporáneos reconocieron en Germán María de Landazabal a un compositor de gran inspiración, considerándole una firme esperanza para el resurgir de la música vasca en el principio del siglo XX. En el estreno de En la cumbre de Astobiskar, la crítica musical afirmó que "Vasconia tiene otro músico insigne que ha de glorificarle".
Germán María era un hombre extremadamente sensible, callado y solitario. Nada más lejos de su forma de ser que el exhibicionismo o la ostentación de otros artistas. Sin embargo, sus méritos como músico estaban muy por encima de los de sus coetáneos. Era un espíritu libre, que no quería contaminar la música con el dinero.
En 1927, cuando estaba en la cumbre de su fama y reconocimiento público, admirado por otros músicos como Otaño o el Padre Donostia, decidió emigrar a América. Germán María de Landazabal llevó en Argentina una vida modesta, que se ganaba dando clases de música, sin apenas componer nada que no fuera para su propio deleite. Así, humildemente, hasta el día de su muerte, que le sobrevino el día 20 de mayo de 1953, en la población de Guale-Guay, ubicada en la provincia de Entre Ríos.
Araia nunca se ha olvidado de su músico. Ya cuando se constituyó la citada asociación musical que lleva su nombre, se le nombró socio honorífico. Su casa natal, situada en la trasera del Ayuntamiento, ostenta una lápida señalando tal circunstancia, colocada en 1984, con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento.
En 2009, ya con ocasión del 125 aniversario, su pueblo le dedicó un emotivo homenaje. El día de su nacimiento, 11 de octubre, la txaranga de Araia recorrió por la mañana las calles del pueblo para llamar a los araiatarras al homenaje a su ilustre hijo. La corporación recibió a los familiares de Germán María a las puertas del Ayuntamiento, junto a la casa que le vio nacer. Desde allí, acompañados por los txistularis, se dirigieron a la calle que lleva el nombre del músico, donde se inauguró un monolito con una placa en su memoria. En ese lugar se danzó un aurresku en su honor y dirigieron unas palabras la presidenta de la asociación musical, Mari Jose Ibáñez de Garaio, y el alcalde de Asparrena, Diego Gastañares. Tras entonar el Agur Jaunak, acompañados por la Banda de Música de Araia, la comitiva retornó a la iglesia parroquial. Allí fueron recibidos por el Grupo de Danzas, celebrándose la misa en la que intervino la Coral de Araia. Para terminar, en Andra Mari Aretoa, Jon Bagüés disertó sobre la vida y obra de Germán María de Landazabal, acompañando sus palabras con su música, interpretada al piano por Elena Zaldibar.