Vitoria. Planchas de madera con círculos concéntricos. Un esqueleto de octógonos cual costillar de ballena. Luz tenue. Varias pistas ocupan ya el espacio procesual de Praxis en la exposición de Beatriz Olabarrieta, aunque la responsable del proyecto, Blanca de la Torre, asegura que "es una de las muestras en las que se debe contar menos desde el principio". Motor Motor arranca, entonces, con tanto por ocultar como por mostrar, y con 6 de enero como fecha límite.
El porqué del título resulta sencillo. "Cuando estuve en el espacio me lo imaginé como si se pudiera implantar un motor", recuerda Olabarrieta. Como un ente que aterriza en el museo y "empieza a observarlo; lo ocupa pero a la vez le ofrece algo, casi funciona como un organismo" que se alimentará de vídeos, pero cuyo contenido o método vuelven al lugar de los secretos. "No quiero contar cómo".
Ocultar y mostrar. El huésped comienza a interrelacionarse con el centro y "la idea es que se vaya viendo poco a poco" ese proceso orgánico que le va a ir dotando de contenidos a través del tiempo, de la relación con entorno y público. "Es un lujo tener la oportunidad de exponer de esta manera", reconoce la artista. "Hay mucha gente a la que no se me ocurriría proponer tomar parte en Praxis, no se puede forzar a algunos a estas coordenadas, pero lo vi con su exposición en la galería Trayecto; me gusta su manera de entender el espacio, que en Praxis es fundamental".
Para este proyecto, Olabarrieta se sitúa metafóricamente entre la tarea de un arquitecto y la de un jardinero. En el primer caso, en el sentido de alguien que tiene concebido detalladamente el proyecto antes de ser realizado, y en el segundo en el de que, tras plantar las semillas, ha de esperar para ver lo que ocurre. Para la artista, éste es un terreno para crear un entorno instalativo que mostrará los intestinos de la obra, sus partes internas, un conjunto de objetos creado desde materiales de construcción y restos de exposiciones del museo. Madera, espumas, poliuretanos, monitores, proyectores y elementos domésticos como lámparas o revistas proponen nuevas formas desde las anteriores, y establecen relaciones entre la materia y su significado. Dentro de este conjunto, los dispositivos funcionan como elementos con cierta autonomía estética, un sistema que el espectador tiene que desenmarañar a través del juego de volúmenes, pantallas, herramientas, estructuras escultóricas e imagen en movimiento, que remite a la ciencia ficción y al ámbito de lo fílmico donde los límites son difusos.
Beatriz Olabarrieta (Bilbao, 1979) reside desde hace una década en Londres, donde ha completado su formación en la Wimbledon School of Art y en el Royal College of Art, siempre en el ámbito de la escultura, aunque su trabajo incluye también fotografía, vídeo y performance. Son recientes sus recientes exposiciones en la Bienal de Liverpool y en la galería MOTinternational de Bruselas, y su obra ha participado en exposiciones colectivas en Londres, Antwerp, Oporto, Bilbao y Gasteiz, recibiendo numerosas becas, así como residencias en Francia, Alemania e Italia.