Venecia. Dos contrincantes muy distintos batallaron ayer en La Mostra. A un lado el arsenal intelectual de Olivier Assayas con Après mai, tapiz melancólico de la adolescencia postmayo del 68, y al otro, el equipo japonés, mucho más violento, bajo la dirección del maestro yakuza Takeshi Kitano.

Assayas lucha con las armas de la templanza y el intelecto, pero vence, precisamente, por contar cómo asumió una derrota: la del ardor político sobre la expresión artística. En Après mai, el realizador repliega su artillería narrativa hacia una reflexión íntima sobre la adolescencia después del mayo de 1968, y en el que la juventud intentaba tomar el testigo de los protagonistas de la revuelta. "En la película hay mucho amor, naturaleza, ternura... Pero la adolescencia se suele retratar casi como una caricatura, llena de fiestas, cuando yo la recuerdo como algo mucho más melancólico", explicó el realizador en Venecia. Gilles, su alter ego, se pasea por esa Francia en la que unos pocos intentan seguir azuzando las brasas de la revolución, con la soledad de quien, por mantener el espíritu crítico, está destinado a chocar con cualquier tipo de colectivo. "Fue una época seria y triste, de una obsesión constante por la política. Todo estaba sofocado por una especie de super yo que era la responsabilidad social. Y en la izquierda francesa había algo triste, violento, que se reflejaba en la juventud", indicó el realizador. Así, Gilles, tras asistir con distancia a la explosión hippie, al consumo de drogas y al amor libre, se refugia en el cine, según Assayas, quien no considera el cine un medio de comunicación. "Es un arte y, como tal, tiene valor dialéctico. Al contrario que el periodismo, conserva las contradicciones del mundo y deja que el público lo interprete según su mirada. Nunca he aspirado a dirigir la opinión de mis espectadores", dijo.

mafia y policía Tampoco lo pone fácil al espectador Takeshi Kitano, único director en competición este año que ya tiene un León de Oro, el que consiguió en 1997 con Hana-Bi. Flores de fuego. Pero parece improbable que repita gesta con un filme que no se encuentra entre lo mejor de su filmografía. Outrage Beyond responde a la parte más hiperviolenta de un realizador que ha demostrado que también sabe hacer sutiles historias como El verano de Kikujiro. Reservándose el papel de yakuza indestructible de la vieja escuela, Kitano teje un intrincado divertimento que exige una gran concentración por la cantidad ingente de personajes que maneja y lo rápido que acaban muriendo. Consciente de que la épica dramática se ha escurrido de sus cintas de acción, Kitano elimina mujeres y niños de su película, haciendo de Outrage Beyond un filme cien por cien masculino, en el que yakuzas y agentes de Policía son el mismo perro con distinto collar. "La mafia y la policía tiene en Japón la misma relación que en resto del mundo. Pero esta no es una película sobre la mafia japonesa, sino una visión realista sobre Japón", terminó.