alkiza. El vacío, el brillo y las sombras se funden en la obra de Jauregi, piezas embrujadas que atrapan e invitan a la meditación. El artista guipuzcoano acaba de exponer en la galería Ekain (Donostia), pero se refugia en los paisajes agrestes de su Alkiza natal para sentirse pequeño. "Esa es mi medida, es nuestra medida, y cuando lo reconozcamos nos irá mucho mejor", espeta.

Usted repite mucho la palabra 'intuición'. ¿Le parece fundamental?

A mí la intuición me funciona al cien por cien. Es importante la disposición que uno tiene al comenzar un trabajo para luego dejar que fluya esa idea, esa intuición. Claro, para que eso funcione también hace falta tener una base de conocimientos técnicos.

¿En concreto, intuición para qué?

Intuición para ver cómo la luz penetra en los materiales, para ver cómo encajan los colores, las líneas...

¿Lo aprendido no vale?

A veces todo lo que has aprendido es el mayor estorbo a la hora de crear algo auténtico o genuinamente tuyo. Hay que verse desnudo a la hora de crear. No entiendo la creación si no se hace en entera libertad.

Es difícil no estar condicionado...

Siempre estás condicionado, claro, pero para hacer algo nuevo hay que tratar de abstraerse. Si ya posees la técnica, luego lo mejor es dejarte llevar por tu instinto, por lo que llamamos intuición, y eso a mí nunca me falla. Fuera filtros, fuera complejos y prejuicios.

Pero es difícil que un artista se abstraiga de lo que le rodea.

Cierto, vivir ajeno a esas realidades es imposible para una artista.

¿Es usted optimista, pesimista o ni lo uno ni lo otro?

A veces me dicen que soy pesimista porque soy muy critico, pero yo creo que son dos cosas distintas. Yo creo que soy optimista porque sigo creyendo en algunas cosas y porque apuesto por ellas. Pero sí, soy muy crítico con el arte, con la sociedad... Y conmigo mismo. Pero eso me sirve para mantener cierta tensión que luego me ayuda a crear.

Pero la 'tensión' no cuadra mucho con el pensamiento zen del que usted hace gala en ocasiones.

Creo que no son incompatibles. El estar centrado, el ejercitar la respiración y cierta meditación no significa que estemos dormidos. Al contrario, significa estar consciente y eso ayuda a crear. Hasta la caligrafía china exige cierta tensión: primero aspiran y se preparan para escribir y luego expiran y trazan esa caligrafía tan curiosa, pero el momento de la escritura requiere cierta tensión, cierta energía que ellos liberan ahí, en ese ejercicio. Para manejar el pincel la tensión es necesaria, aunque esté controlada. Y la tensión conlleva, claro está, una buena dosis de pasión.

Hablas de energía.

Energía, atmósfera... No me parece importante ser artista o escultor. Me importa mi transformación personal y la herencia que yo pueda dejar aquí, a mi alrededor. En India hay un término que se usa para el teatro, rasa, que define una atmósfera. Y eso es lo más importante, también para la obra de un artista: la atmósfera. Hoy en día teorizamos demasiado sobre todo, también sobre el arte. Se sueltan grandes rollos y se escriben grandes libros sobre un artista o sobre su obra. Y yo creo que al final hay que hacer stop y detectar esa atmósfera.

¿Esa atmósfera está ligada a la emoción?

Claro, es indudable.

Usted está embrujado por la noche.

La noche cambia la forma de percibir todo, y te hace dudar. Eso me llamó la atención hace años, esa atmósfera, lo que es real y lo que no, lo que percibimos y lo que creemos percibir. ¿Es o no es?

Ahora está usted anclado en un periodo de reflexión.

Estoy en un periodo contemplativo. Tuve mi época de hacer y hacer y ahora me tomo las cosas con más tranquilidad. Ni siquiera me asusta dejar de vivir del arte. Yo hago estas piezas en la medida que me sirven para comprender el mundo. El día que no me ayuden en eso dejaré de ser artista. No necesito el arte para vivir. Puedo plantar unos tomates y criar algunos pollos.

Hace años que usted pasó del figurativo al abstracto. ¿Qué le llevó a tomar esa decisión?

¿Pero qué es abstracto o figurativo? Esa separación a veces es muy delicada. Un lauburu, por ejemplo, ¿es abstracción o figurativo? En ocasiones lo que no se puede contar de una manera se cuenta de la otra. En un momento me di cuenta de que con la figuración no podía transmitir ciertas sensaciones.

Usted ha dicho que el arte le sirve para conocerse. ¿Se va conociendo?

Creo que cada vez estoy más perdido (risas). Me siento cada vez más pequeño, una pequeñez que existe dentro de algo muy muy grande, la naturaleza. Definirme sería situarme, soy de aquí, esta es mi firma y este es mi espacio. Y cada vez creo menos en esas cosas. Sí, soy de aquí y amo a este pueblo, pero no tengo una buena relación con la sociedad en general, la sociedad vasca no llena mis expectativas. Me siento como si fuera el último mohicano.

El ser un poco anacoreta es el primer mandamiento de todo artista, pero a veces es puro pose.

Tenemos muchos estereotipos, pero es verdad que vivo un tanto alejado de la sociedad, entendida como masa. Me centro más en ciertas personas y en las pequeñas cosas que siembran a su alrededor.

¿Por eso es reacio a firmar sus trabajos?

Todos los que compran mis obras me piden que las firme, pero no creo en eso. A mí me parece acotar la pieza, acotar el arte, pero en la medida en la que el arte son ideas y sensaciones no debería ser un coto.

Usted apenas manipula los materiales. ¿Esa simplicidad de la que sus obras hacen gala tienen algo que ver con la pureza del propio material?

¿Ves esa piedra de ahí? (señala una gran escultura de caliza gris). Yo soy un accidente para esa piedra, por tanto, cuanto menos la toque mejor.

Ahora hay miles de materiales y los artistas los usan de forma prolífica, pero mi apuesta es otra. Si esos materiales han valido siempre, ¿porqué no hoy? Ese bloque de ahí (vuelve a señalar a la caliza) es una piedra y dentro de mil años seguirá siendo una piedra. Además, cada material da mucho de sí y explorarlo es todo un mundo. No, ahora no voy a empezar a trabajar con los neumáticos porque esté de moda el hacerlo (risas). Guardo respeto por esos materiales primigenios.

¿Es usted minimalista?

El minimalismo derivó en cosas aberrantes, y la mayoría de los minimalistas han desaparecido del circuito artístico. Yo no entiendo muchas cosas que hacen, pero las respeto. Lo que yo creo es que las cosas más sencillas pueden contar muchas cosas. En eso me baso.

Asegura no estar preparado para cierto arte contemporáneo.

No, no lo estoy. Para que un vídeo sea artístico parece que tiene que estar mal grabado. Hoy en día hay más arte en los anuncios publicitarios que en muchas galerías de arte.

Usted ha vertido en reiteradas ocasiones fuertes críticas hacia el panorama artístico vasco actual. ¿Sigue en sus trece?

Está totalmente contaminado. Hubo una generación muy potente que ya se fue y a la que seguimos infravalorando. No hay nadie más por debajo de los 50 años que esté siguiendo ese camino y trabajando esos materiales. Yo solo cuento tres o cuatro artistas de esa línea y todos sobrepasamos esa edad. A ese respecto hay una desconexión total con aquellos iconos de nuestro arte, como fueron, por ejemplo, Oteiza, Chillida o Remigio Mendiburu.

Se muestra también muy crítico con la facultad de Bellas Artes de la UPV.

Es muy difícil la transmisión del arte fundamentado en la simple teoría, y veo que en la universidad lo que prima es eso. Pero cuando uno no trabaja los materiales no hay forma de sentir sus vibraciones. Así es imposible transmitir nada. Los propios profesores no saben manipular muchos materiales. La formación técnica de los alumnos es muy floja. El alumno debiera salir de la universidad controlando unas mínimas técnicas. Yo soy partidario de que el artista haga cosas, que las haga, aunque sea sin mucho sentido, y la información ya la irá acumulando.

Y usted opina que el mundo del arte ya estaba en crisis mucho antes de que llegara esta nueva crisis, presentada solo en clave económica.

Por supuesto. Hay mucho mercadeo y mucho mercachifle en el mundo del arte. Hay que llenar el mercado y los museos de cacharros, y eso mismo se ha hecho aquí. En Euskal Herria artistas, críticos y jueces de concursos se conocen y se forma ahí un círculo vicioso, creando una especie de círculo endogámico. Hemos perdido los valores o, mejor dicho, los hemos cambiado. Todo es dinero, y eso parece condicionarlo todo. Ahora la sociedad fagocita todo movimiento artístico y lo regurgita como mera mercancía.

Mendiburu, Chillida, Oteiza... Se fue un mundo con ellos.

La vieja escuela. El caso de Mendiburu es especialmente triste. Cualquiera que quiera acercarse a la obra de Mendiburu no encuentra siquiera una publicación sobre él. Pero lo que está pasando con Chillida es preocupante, y otro tanto diría de Oteiza, del que se habla mucho pero poco más. ¿Dónde se ha organizado una antológica que reúna a los grandes artistas vascos? Eso es lo que me duele de este pueblo.

¿El qué exactamente?

Hemos tenido nuestro gobierno durante años, ¿y qué hemos hecho con la televisión, con nuestra cultura? ¿Es esta la sociedad que queremos construir? El pueblo vasco me provoca sensaciones tristes, las de un pueblo que no ha sabido defender su cultura.

¿No estamos educados en la cultura?

No nos adiestran en las sensibilidades. Nuestro sistema educativo es un auténtico fracaso en ese sentido.

¿Qué le parece el Guggenheim?

Al principio fui crítico con el proyecto, pero reconozco que se ha convertido en una referencia. Pero ahora no apoyaría la construcción de otro edificio similar.

Koldobika posa en el pabellón que acaba de construir cerca de su taller, ahora lugar de encuentro para artistas y aficionados. Foto: iker zurmendi

arte vasco

"Hoy en día el panorama artístico vasco está totalmente contaminado (...) Hay mucho mercadeo y mucho mercachifle"

"El pueblo vasco me provoca una sensación triste, la de un pueblo que no ha sabido defender su cultura"

"Tuve mi época de hacer y ahora me tomo las cosas con tranquilidad. Ni siquiera me asusta dejar de vivir del arte"

"Soy partidario de que el artista haga cosas, aunque sea sin mucho sentido; la información ya la irá acumulando"

"Escribimos y leemos, pero ni sabemos lo que escribimos ni entendemos lo que leemos"

"Lo que yo creo es que las cosas sencillas pueden contar muchas cosas. En eso se basa mi trabajo"

"Yo soy un mero accidente para la piedra. Por tanto, cuanto menos la modifique mejor"

Jauregi se muestra muy crítico con la sociedad vasca. Foto: iker zurmendi