Iniciaron ayer una sexta edición que, como pasa en todo lo que es cultura y en lo que no, parece un milagro que se produzca.
Pues sí. A principios de año tuve mis dudas. En febrero estuve hablando con el Ayuntamiento de Vitoria, la Diputación y me dijeron que era imposible apoyar económicamente el festival-curso, que no había dinero. Claro, a eso se sumó que la mayoría de los sponsor privados se retiraron. Quizá lo más fácil sea quitarle a la cultura porque somos los que menos chillamos o hacemos algo que realmente mueva el suelo bajo los pies de los políticos. Mi mujer me apoyó mucho en esos momentos y me dijo que tenía que pensar también en los chavales, en la respuesta de años anteriores y sus sensaciones. Con eso decidí seguir y buscar apoyo económico. La respuesta vino de Bodegas Luis Cañas. A partir de ahí, lo único que espero es no perder dinero (risas). La verdad es que hemos tenido una respuesta muy buena en lo que a asistencia se refiere por parte de los alumnos. Además, los profesores, que son amigos y compañeros, vienen con sus cachés por debajo de lo que sería normal. Pero es que les encanta la propuesta, la ciudad y los estudiantes. El festival-curso, no es por ponerme medallas, está bien organizado y he podido, en momentos como los actuales, adecuar las cosas para, sin perder calidad, dar pasos.
Su trabajo diario transcurre en varios puntos de Europa de manera habitual y, sin querer hablar en exceso de la crisis, ¿cómo está sintiendo la cultura sus efectos fuera de aquí?
Sabes lo que ocurre, que éste es el único país donde todo lo que es cultural depende de subvenciones y de ayudas de las instituciones. Un amigo español que vive en Estados Unidos me comentó una vez que en España no se valora la calidad de los proyectos ni cómo se han desarrollado aquellos que ya tienen unos años, sino que lo importante es si conoces al político o al amigo del político del ramo. Ahí está el problema. Entiendo y apoyo a la gente de la cultura que se está tirando de los pelos por la situación actual, pero aquí también recuerdo lo que me explicó una vez otro amigo extranjero: es que los españoles siempre dicen que la culpa es del otro sin mirarse primero a ellos mismos. Es decir, cuando un proyecto cultural dice que ha desaparecido porque no le apoyan las instituciones, yo pienso: vale, pero, asumiendo que no es nada sencillo encontrarlo, ¿nunca has buscado un sponsor privado? Ningún proyecto cultural puede sobrevivir en el tiempo sólo con dinero público porque viene una crisis como ésta y ¿qué ocurre? ¿La culpa la tienen los políticos? Sí, tienen su parte, pero también nos tenemos que analizar nosotros. Pero eso es una parte de una cuestión complicada de por sí.
¿La otra?
Que hay muchos gestores que... Hace poco hablaba con una persona conocida de Vitoria y me hablaba de los cachés. Vamos a ver, hay que conocer el mercado y contar con gente que sea gestor cultural de verdad, no cargos políticos puestos a gestionar un algo que desconocen. Yo soy músico, sé lo que cuestan las cosas, sé que hay gente que se sube a la parra y pide unas cantidades muy altas, pero ahí es donde un buen gestor sabe decir que no, porque en el mercado hay otros profesionales igual de buenos que ofrecen más o menos lo mismo por menos dinero. Insisto, es complicado, pero si te vas a Inglaterra o a Alemania, los gestores no son políticos, es gente que ha empezado desde cero y ha ido aprendiendo de manera escalonada. Son personas que saben que no se puede hacer como en España, pagar 100.000 euros por una orquesta y luego dar el concierto con entrada gratis o a tres euros. Así no se puede hacer público en la música clásica. Espero que aprendamos la lección.
De lecciones van a saber mucho los 95 chicos y chicas que pasan estos días por las manos de los profesores del festival-curso. ¿El 27, cuando todo termine, qué tiene que haber pasado para que esté satisfecho?
Lo primero que tenemos que conseguir es verlos a todos ellos con una sonrisa y que los tres últimos días, que es cuando son los protagonistas de los conciertos, estén con unas ganas impresionantes de salir a tocar. Cuando ves eso, sabes que has hecho las cosas bien. También realizamos cada año una encuesta para calibrar su satisfacción. Los profesores intentan, en estos diez días, limar pequeñas cositas, darles nuevas perspectivas... Los estudiantes es algo que aprecian mucho porque cuando vuelven a sus lugares de origen, incluso sus profesores nos han llamado. Es cuestión de dar ideas frescas y nuevas.
Son diez días con algo más de cien personas trabajando juntas en el Conservatorio Jesús Guridi, hablando en diferentes idiomas... ¿Complicado, no?
En mi caso y en el de Zoraima Martínez de Pisón, que es la persona que me ayuda, no se nos hace tan difícil la cuestión de los idiomas. Inglés, francés, euskera... Nos defendemos. Entre los chavales es impresionante. Sobre todo creo que es algo muy positivo para la gente de aquí, de Vitoria pero también del País Vasco y del resto del territorio. Al principio, se les ve un poco tímidos con los extranjeros, pero cuando se sueltan, se ve que todo es muy enriquecedor no ya en lo musical sino en lo vital. En un par de días ya están todos integrados.
Las clases son en el Jesús Guridi y también, por primera vez, allí serán todos los conciertos. ¿No le da pena que no se produzcan, como en años anteriores, en distintos sitios de la capital alavesa?
Muchísima pena. Lo que he intentado todos estos años es que este festival se parezca a otros pequeños festivales que hay por todo Europa, donde los conciertos se dan en lugares de relevancia histórica o especial para la ciudad. Pero llega un momento en el que he parado lo sucedido en años anteriores. Si voy a organizar un concierto en el Bibat y tengo que pagar por ello, pues... Si en la Catedral Santa María ves que hablas con ellos, les ofreces a los grupos que vienen y, además, por un precio más acomodado, y ves que la cosa no... No sé. Estoy un poco desmoralizado porque intentas que la ciudad, en estas fechas, florezca, pero siempre hay un escollo, que no sé si es un problema mío de comunicación o de qué. Pero es que no te puedo traer un concierto que os cuesta cero y encima pongáis pegas, para que a los dos días me entere de que estáis pagando otra actuación... me siento un poco toreado. Por eso este año me he decidido por hacerlo todo en el conservatorio. Así, además, me ahorro gastos de transporte de los pianos o las arpas. No detecto interés por parte de quien corresponde.
Son actuaciones gratuitas en las que el público se encontrará con formaciones invitadas, los profesores, los propios alumnos...
Mira, el viernes a la mañana ya tuvimos gente de Vitoria preguntando por los conciertos. Y para la gente que no nos conoce pero está en la ciudad, pues lo que va a encontrarse, más allá del concierto que ayer ofreció el Dúo Sonodualis, es, por ejemplo, mañana una cita especial como la de Houthandel Antwerpen. Es un grupo muy joven con un talento impresionante que interactúa mucho con el público. A partir de ahí estarán encuentros como el de los profesores, que es ya un clásico para nosotros, el recital de violín y piano... No sé, creo que va a ser interesante toda la semana hasta terminar con los recitales de los estudiantes, que espero que sean un poco más cortos que los de otros años pero es que todos quieren tocar (risas). Por eso también los días 25, 26 y 27 tendremos conciertos con ellos tanto al mediodía como a la tarde.
Acaba de empezar la sexta edición pero ¿habrá una séptima?
Una séptima, octava... De hecho, el otro día estaba pensando en hacer algo especial en la décima edición, en poder realizar distintas citas durante julio y agosto por todo Vitoria, pero ya habrá tiempo.