Donostia. La obra de Chillida está presente en todo el mundo, tanto en colecciones y museos como expuesta al aire libre. Pero en Hernani hay un lugar donde hasta el aire que se respira está formado por partículas del gran escultor:Chillida-Leku. Este “museo de sitio”, como lo define el crítico de arte Edorta Kortadi, es una jungla artística. “Un día soñé una utopía: encontrar un espacio donde pudieran descansar mis esculturas y la gente caminara entre ellas como por un bosque”, afirmó Eduardo Chillida. Una utopía que se hizo realidad en el 2000, dos años antes de la muerte de su fundador.
Sin embargo, el museo, propiedad privada de la familia Chillida, echó el cerrojo a las visitas el 1 de diciembre de 2010 sin alcanzar un acuerdo con las instituciones públicas para aportar dinero que paliara el déficit. “Es una pena que no pueda ir el público ni entrar la gente a su voluntad”, se lamenta Ignacio Chillida, hijo del escultor. “Ahora, recibimos a mucha gente, pero antes se tienen que poner en contacto con nosotros. Les damos un día, una hora y cuando podemos se lo enseñamos a todo el mundo”, matiza. Además, la Fundación Eduardo Chillida sigue “programando muchas cosas como siempre:exposiciones, simposios, cátedras y homenajes”.
“Ese museo era una joya”, recuerda Kortadi, “tenía mucha carga física, artística, sentimental y poética”. Respecto a su cierre, el crítico lo vincula a “lo que pasa con las fundaciones privadas”.“¿Por qué se mantiene tan bien la fundación Oteiza? Porque está en manos del Gobierno de Navarra”, afirma Kortadi. “Si hubiera feeling entre la familia y la clase política se solucionaría, pero en este caso parece que no hay ese buen entendimiento”, ilustra.
Xabier Sáenz de Gorbea cree que el cierre de Chillida-Leku “puede suponer la venta y dispersión de las piezas”, algo “grave” porque “su trabajo no puede ser analizado en el lugar que designó para ser mostrado”.De todos modos, el crítico e historiador no considera adecuado “el modelo elegido de total autonomía” en la medida en que “no pueden incentivarse lecturas cruzadas que converjan en nuevas valoraciones e interpretaciones”. Por ello, tilda de “equivocada” la “idea de aislamiento que también se produjo en vida del artista”.“Por ejemplo, nunca estuvo en la Facultad de Bellas Artes de la UPV pese a invitársele. Ante su negativa a participar, tampoco el GobiernoVasco pudo desarrollar el proyecto de una exposición que recogía a los principales autores desde Arantzazu hasta mayo del 68”, recuerda Sáenz deGorbea.
Por su parte, Ignacio está seguro de que aunque el museo esté cerrado, “siempre habrá un lugar donde exista Chillida”. “Esperemos que sea este porque es lo que todos queremos: aquí están sus archivos, su vida, su pensamiento”, enumera el hijo del escultor. Y, aunque “es un museo cojonudo, hay mucho más allá de Chillida-Leku”.