estambul. La familia, la vida como emigrante y el estricto corsé moral impuesto a las mujeres turcas son los temas que trata en su nueva novela la escritora Elif Shafak, El fruto del honor (Lumen), un fenómeno editorial en Turquía. Ahora, Shafak, nacida en Estrasburgo (Francia) en 1971, de padres turcos y que alcanzó el éxito internacional con La bastarda de Estambul, trata de conquistar el mercado español con su octava novela y la segunda traducida al castellano.

"Encontrarme con los lectores españoles es muy importante para mí emocionalmente, porque España es el país donde pasé mi infancia", confiesa Shafak. El fruto del honor versa sobre una familia turco-kurda cuyos miembros emigran a Londres. "Viví en Madrid de niña", aclara, y aunque entiende bien el español, el inglés es su idioma principal. Aunque su lengua materna es el turco, hace ya años que eligió escribir en el idioma aprendido en el Colegio Británico de Madrid, ciudad a la que llegó a los 10 años y donde permaneció hasta los 14. Ahora, afincada en Londres tras pasar unos años en EEUU, reconquistar España es más que un reencuentro: es mantenerse conectada al espíritu mediterráneo, "un sentimiento que une a España y Turquía", asegura. Otra novela suya, aún no traducida al español, Los espejos de la ciudad, versa precisamente sobre una familia de judíos conversos españoles del siglo XVII que acaban repartidos por la ribera mediterránea, desde Venecia a Estambul. Otra constante en la obra de Shafak es la mística, ya sea judía, cristiana o musulmana. Las tres "tienen mucho en común", dice la autora, preocupada por "el ultranacionalismo". "Pasamos por una crisis financiera; el paro aumenta... históricamente son factores que desencadenan ideologías extremas. Ocurre ya en Grecia", reflexiona. El fruto del honor toca otro tabú: el de la sexualidad en una sociedad conservadora. "Con esta historia de una familia inmigrante medio turca, medio kurda, en Londres, cuestiono nuestros códigos de honor. Los esquemas de sexos", dice. En Turquía, cuenta, "la sociedad está dominada por los hombres, y las comunidades kurdas también pueden ser muy patriarcales. No quería atribuir estos tabúes a ninguna etnia, religión o región sino mostrar que están relacionados con la violencia contra las mujeres, y es un problema universal".