Por mucha música que haya resonado durante estos días dentro y fuera de Mendizabala, hay una palabra que este año, con mucha más fuerza que los últimos, ha estado presente en las conversaciones con los azkeneros ya conocidos y las caras nuevas. Y no, no ha sido rock, bueno no sólo. Ha sido crisis. Ella ha hecho que algunos viejos amigos que llegan desde fuera, esta vez se lo hayan pensado, incluso, como es el caso de Raúl, la comitiva haya venido incompleta. "Ya sabes que otras veces venimos, mínimo, ocho desde Madrid, pero ahora hemos sido 3", comenta este fiel que acaba de cumplir los 31 y su regalo de cumpleaños ha sido el Azkena. "Si no, no sé, no sé..."
Los problemas económicos y un cartel que ha generado mucho debate son los dos temas que de inmediato saltan a los pocos segundos, aunque también aparecen rápido algunas críticas ya conocidas de otros años, sobre todo en el caso de aquellos que vienen de lejos, sobre la carestía de los hoteles, la mala señalización de la ciudad... "Sí, te lo voy a decir, venir aquí es una gozada, quiero ser... ¿cómo es? ¿patatero? Pero coño, vamos a ver si un año hacemos un puñetero arreglo en la zona del camping que ya vale", dice Rodrigo, otro habitual desde 2005 que llega desde Vigo. "Sí, con lo del txakoli me habéis ganado pero...", remata entre sonrisas.
¿Y el cartel? Si por algo se caracterizan muchos de los que toman parte en el festival es por ser muy exigentes en este sentido y ya concluido el evento las primeras valoraciones hablan de una edición donde la supuesta letra pequeña y mediana ha triunfado. "Lo de Sabbath no creo que se haya gestionado muy bien, pero bueno... al final, aquí tampoco te fijas tanto como en otros sitios en los cabezas de cartel. Si el festi no tiene buen cuerpo pierde la esencia que le ha hecho importante", describe Laura, una bilbaína que falló en el décimo aniversario por cuestiones laborales y que ahora no ha querido faltar. "Desde hace un mes estoy en el paro y me estuve pensando mucho venir pero tampoco puedes estar encerrada en casa. ¿Ya me vendrán a rescatar como a los bancos, no?", dice mientras suelta una gran carcajada. "Esos no rockean", remata sonriente Iker, su pareja.
Pero además de la crisis, el cartel, las mejoras pendientes y las alabanzas habituales a la ciudad (esto también es un clásico), otras dos cuestiones, relacionadas entre sí, salen a la palestra en varias charlas, sobre todo en las mantenidas durante los dos conciertos de la Virgen Blanca. Los solapes de actuaciones y el retraso en la hora de comenzar cada una de las tres jornadas tienen casi tanto defensores como detractores. Ya se sabe, nunca llueve a gusto de todos. "No me gusta que los grupos coincidan, o por lo menos tantas veces. Yo me he quedado sin ver cosas que me apetecían", se queja la joven extremeña Sofía (que viene desde 2008), mientras que cerca está David, donostiarra de 38, que argumenta que "no arrancaría tan tarde cada día, pero tampoco tan pronto como otras veces porque necesitas tiempo para ver la ciudad, descansar, tomar pintxos...".
Con unas opiniones o con otras, lo cierto es que todos los azkeneros ya piensan en 2013. Y esperan, como Raúl, "que las cosas del dinero estén un poquito mejor y vuelvan los amigos que esta vez no han podido". Que así sea.