Con las fuerzas un poco tocadas tras la primera madrugada en Mendizabala, y después de pasar al mediodía por la Virgen Blanca (muy bueno lo de Charles Bradley), el Txuleta & Rock de Falerina o los conciertos del Iguana, la tribu azkenera empezó el segundo y caluroso día de certamen en el recinto con ganas de enchufarse pronto ya que en esta undécima edición todas las jornadas están empezando más tarde que en otras ocasiones.

Pintxo arriba y pintxo abajo, aquellos que llegan desde fuera de la capital alavesa y están en ella desde el jueves, fueron hablando de las bondades de la medida ("se puede disfrutar más de la ciudad"), aunque hubo también voces discordantes tanto por aquellos que quieren conciertos desde las cuatro o incluso antes y por los que no están de acuerdo con los solapes que se producen. Gustos hay para todo. Cómo no. Esto es también el Azkena Rock Festival. Crítico hasta las últimas consecuencias.

Los siempre generosos Willis Drummond abrieron la tarde sudando hasta la última gota en un concierto enérgico junto a los también vascos Lisabö, que sorprendieron a aquellos que no saben de su gusto por la creación de atmósferas que van más allá de un estilo musical concreto. En paralelo aparecieron unos Pontus Snibb 3 que dejaron el tercer escenario boca abajo. El trío, homenaje a ZZ Top incluido, fue más fuerte que el sol que golpeaba sus caras de frente y sacó lo mejor que lleva dentro, que es mucho. Tan bien se lo pasaron el público y la banda, que Pontus se bajó del escenario para dejar que su guitarra le guiara entre los presentes, que eran muchos.

Tras un arranque que estaba dejando buenas sensaciones, llegó el momento para, no hay que ocultarlo, una de las grandes incógnitas de esta edición del macroencuentro gasteiztarra, Gun. Los escoceses han sacado nuevo disco y no se puede negar que tiene su aquel en algunos momentos, pero como casi todas las bandas que en su día decidieron abrir un paréntesis demasiado largo en su camino, ese lapso de tiempo se nota sobre el escenario. Es verdad que hubo división de opiniones, pero...

Mientras ellos terminaban apareció en el tercer escenario unos The Amazing que crearon atmósferas interesantes aunque tal vez suenen a ya escuchadas. En esto que llegó el instante de reencontrarse con Rich Robinson y su proyecto lejos de los Black Crowes, una vuelta muy esperada que, sin embargo, no terminó de cuajar del todo. Él es un guitarrista más que talentoso, eso no hay que decirlo, pero casi no lo demostró en esta ocasión. Aún así, tuvo fogonazos de la calidad que atesora incluso como cantante que, con todo, supieron a poco.

Un poco antes de las diez de la noche hicieron acto de presencia The Screaming Tribesmen (se han visto por Mendizabala grupos australianos, tanto veteranos como jóvenes, más interesantes) para luego dar paso a Black Label Society, Gallows, Ozzy Osbourne, Lüger, The Mars Volta, Dick Brave y Danko Jones, pero eso ya pasó cuando este periódico estaba cerrando su actual edición, así que tiempo habrá mañana para contarlo con más detenimiento.