Vitoria. Un menú cerrado -un primero, un segundo, un postre- puede impulsar a buscar otro restaurante. Un caballete variado -varios a elegir- es de entrada una carta ganadora, salvo mal día del cocinero, porque el comensal ya sabe que el plato es de su gusto. A pesar de las bajas del picnic inaugural, del atractivo programa de Falerina y del nutritivamente complementario seminario, un vistazo al cartel del Festival de Jazz abre siempre el apetito. Conviven leyendas, talentos que ya han dado el salto y promesas que están en ese burbujeante momento del trampolín, proponiendo decantarse por unos sabores o hacer macedonia. Este año el festival es menos -días, bandas-, pero no baja la calidad.
Desde la dirección del festival confían en que la situación se revierta el año que viene y el picnic pueda volver a ser efectivo en la ubicación que siempre se ha pensado como la más adecuada, las campas de Armentia. Pero, mientras tanto, asumiendo también el solapamiento de dos días con el Jazzaldia donostiarra, la cita gasteiztarra se vuelca ya en la edición de este año, en su trigésimo sexto aniversario.
Todo empezará un día más tarde, el lunes, con las raíces de Sweet Honey in The Rock, en una nueva apuesta por el gospel. El primer programa doble se derramará al día siguiente con el pianista Stefano Bollani, que compartirá con uno de los músicos casi de residencia del festival, un Joe Lovano que llegará a Mendizorroza acompañado del Dave Douglas Quintet.
El miércoles comenzarán a masticarse fraseos mayores. Buena mezcla la del saxo barritador Joshua Redman con el poderoso trío The Bad Plus, fomentando la confluencia de jazz y rock para abrir velada a unos The Soul Rebels que continuan el camino que abrió en la pasada edición el gran bolo de Trombone Shorty. Una decena de músicos -Radio Music Society- se subirán al pabellón el jueves para arropar el contrabajo de Esperanza Spalding, que da el salto del Principal a Mendi. Completa la noche Gilberto Gil -Strings and Rhythm Machines Concert-, poniendo el cálido toque junto a un cuarteto en el que también estará presente su hijo -guitarrista- Bem Gil.
Con el trío restante se podrían ganar partidas de póker. El viernes un solo piano será capaz de silenciar Mendizorroza si Fred Hersch hace solo la mitad de lo que hizo el año pasado en la calle San Prudencio, vendiendo cara la condición de telonero a un Pat Methney que asegura estar como un niño con zapatos nuevos con su nueva Unity Band. Sonny Rollins será el joker en esta partida, haciendo doblete consigo mismo en la noche del sábado y recordando al público -es una de sus tres citas europeas del verano- que es fiel a Vitoria y que es una de las últimas leyendas del género.
En el Principal, muchos conceptos mixtos, reflejo de un mundo que entremezcla nacionalidades. La conexión entre Gorka Benítez y Ben Monder; el piano armenio afincado en París -Premio Monk- de Tigran Hamasyan; el que dicen que es relevo de EST, Phronesis; el italoamericano predilecto de Wynton Marsalis, Dominick Farinacci; y las emergentes trompetas consecutivas de Ambrose Akinmusire y Ibrahim Maalouf, sobrino del escritor.
Jonathan Batiste Trio y The Pink Turtle se reparten las noches del Canciller Ayala; la Shaking All Brass Band recorrerá las calles; y diferentes locales pondrán sus escenarios -noche y mediodía- al servicio del género que es santo y seña del 16 al 21 de julio.
Una semana que comparte fechas con el Jazzaldia, diseñado del 19 al 23. "No somos quienes para decirle a un festival de su prestigio que cambie sus fechas", explica el director técnico del certamen gasteiztarra, Alberto Ibarrondo, que quiere dejar claro, a la par, que "han sido ellos los que se han solapado al de Vitoria". El caso es que el cartel está echado. Nunca mejor dicho. "La representación habitual es un hombre negro tocando un saxo", recuerda Mauro Entrialgo, que apostó en su diseño por retratar una sección de vientos que encadena sonidos de bop. El lunes se abre la tienda. Quedan seis semanas para los seis días.