"Vargas Llosa prosigue su denuncia de la cultura rebajada a manos del espectáculo, pero recurre a pocos ejemplos, una lástima. Defensor de la serie 24 o de Stieg Larsson, entiende la degradación cultural desde la falta de reposo y el mercadeo masivo. Pero ejemplifica la deriva del tiempo actual contraponiendo la profundidad de Bergman a la entretenida superficialidad de Woody Allen. ¿Por qué? Cuando el neoyorquino está en forma, sus retratos de los delitos y faltas del adulto contemporáneo no tienen nada que envidiar al genio sueco, sino que reescriben el discurso con habilidad para alcanzar a un mayor número de gozadores".