Vitoria. El periodista vive al día. Sirve presente en formato pasado y a veces olvida todo a la noche. Su excusa para no profundizar es la falta de tiempo. Pero el tiempo no es óbice para no indagar un poco más allá. Por eso, cuando pregunto a Ara Malikian -como supuesta entrada original de entrevista- si no tiene un clon para llegar a hacer todo lo que hace, pincho hueso. “Eso me lo preguntan siempre. Ojalá hubiera dos, pero hay mucho tiempo para dar conciertos, para viajar. Es lo que me gusta hacer, a lo que dedico mi tiempo, mi vida”.

Malikian es música. Por los cuatro costados. Hacia los cuatro puntos cardinales. Un cuatro por cuatro que no falla, cada año, a la cita con Gasteiz, y que en los próximos cinco días hace incluso doblete en tierras alavesas, con su cita de hoy (20.00 horas) en la sala Harresi de Agurain y la del próximo viernes (20.30 horas) en el Teatro Principal.

“Si lo piensas la semana tiene siete días y puedes dar un concierto cada día, muchas veces varios en un día. Me cuesta decir que no a algo. A veces me reprochan por qué dices sí a todo”. Por eso, quizás, el nacimiento de ese lugar común de la multiplicidad de Malikians, como si de agentes de Matrix se tratara. Ubicuidad es también necesidad. En un panorama musical donde la venta de discos es un erial devastado, no es extraño, de todas formas, encontrarse con agendas repletas de bolos. Lo que sí resulta más peculiar es la variedad de tonos y propuestas por las que se mueve, por la que salta, Malikian. El Ara de la música. En Aras de la música.

Si uno ha asistido a una de sus veladas, sea cual sea, sabrá la trabajada sencillez que ha desarrollado a lo largo del tiempo el músico libanés, cuajada en un envidiable estado de forma que le permite combinar, en pocos segundos, tramos alegres donde comunica con hasta el último de sus rizos -siempre amenazando con colarse entre el arco y las cuerdas-, e instantes sobrecogedores donde nada es capaz de moverse, rendido al intangible mundo de notas y emociones.

Quizás esta fluidez se arraigue en esa naturalidad con la que Ara vive sumergido en la música, respirándola a cada instante. “Siempre hay que estar preparándose, escuchando, practicando. Es importante la corrección, y siempre mantenerse en forma, porque la música puede degenerar rápidamente sin técnica, sin preparación”. Imaginamos a un Ara con el violín como prolongación física. Y el esbozo resulta certero. ¿Se separa más de 24 horas de él? “No, es impensable, no puedo dejar de tocar nunca, ni aunque esté de vacaciones. Siempre encuentro, por lo menos por lo menos, una hora al día para hacer mis ejercicios. Es una cosa que necesita mi cuerpo, me pongo muy rígido si no practico. Cuando no lo hago, me empieza a doler la espalda”.

Si el deportista necesita su ración diaria de sudor, también el músico requiere su dosis de notas. Y hasta Ara(ba) llega ahora Malikian para repartir las suyas, en compañía de los cuatro músicos -de nuevo cuatro, como las cuerdas del violín- con los que conforma el quinteto de Fernando Egozcue, un guitarrista con el que, desde hace un lustro, comparte el proyecto junto a Moisés Sánchez (piano), Miguel Rodrigáñez (contrabajo) y Martín Bruhn (percusión). “Hace quince años que conozco a Fernando. Su música lleva muchas influencias, por supuesto el tango argentino, pero también jazz, rock, música clásica... Hemos montado un grupo en el que cada uno aporta lo suyo, y en el que lo pasamos muy bien en los directos. Hemos dado muchos conciertos, hemos salido por el extranjero...”.

Con los ojos cerrados… Es el título de un espectáculo fiel reflejo de los intereses de Malikian, desde la mezcla de músicas hasta la confluencia de músicos. “Hay tantas cosas que aprender. Cuando haces algo bien puedes entrar en una rutina y hacer eso durante toda tu vida, perdiendo la ilusión, el amor, la frescura. Hay tantos músicos y músicas por conocer... Me gustaría tener cincuenta vidas para hacer todo lo que me gustaría hacer”.

Y eso que no hace pocas cosas. Aquí hemos podido verle en múltiples espectáculos, desde la vertiente clásica de los Martes Musicales, donde ya ha tocado varias veces, hasta su colaboración con la compañía de teatro Yllana. Pero Ara se vuelca como solista, en formato ensemble o a través de uno de los afluentes que más disfruta, ése que inauguró hace años en espectáculos destinados a niños o en el programa de televisión infantil Pizzicato. “Empecé por casualidad hace quince años y se ha convertido en algo que no puedo dejar. No es sólo algo pedagógico, es también una necesidad, porque con ellos aprendo a actuar, a interpretar las obras”. Un aprendizaje mutuo que se ejercita incluso en las críticas que le realizan los pequeños, unos comentarios o preguntas que le hacen pensar, a menudo, más que las que llegan desde el más tamizado y codificado discurso adulto.

Son unas cuantas las vertientes, como puede verse, en las que se conjuga este Ara sin clones, que todavía cuenta con alguna más, puesto su violín al servicio, en ocasiones, del mundo del cine. Hable con ella, Manolito Gafotas o Pájaros de papel son algunas de las variadas cintas que han zurcido su celuloide con el hilo conductor de Ara Malikian. “También he aprendido y me he divertido mucho con el cine, pero no podría vivir sólo de eso, sólo de una cosa. Necesito los conciertos, el contacto con el público...”.

Porque, aunque posee decenas de grabaciones y premios, lo que verdaderamente inspira a Malikian en cada nuevo proyecto es amplificar su trabajo delante de la gente. Recordamos con él aquel juego del The Washington Post, que en el año 2010 propuso al conocido violinista Joshua Bell tocar en un túnel del metro sin anunciar de quién se trataba... Nadie se percató de que un músico de sello internacional, que cobraba cada noche cien dólares por entrada en un vecino teatro, estaba regalando el mismo programa a pie de subway. Apenas recaudó treinta dólares. “Fue un homenaje a los músicos de la calle, que se lo merecen”, asegura Ara Malikian, que también tocó de joven en la calle y recuerda el curtido interpretativo que eso supuso para él.

De hecho, tiene un proyecto -uno de tantos- guardado en la guantera. “Siempre ha sido un sueño hacer una gira mundial tocando por las calles, al aire libre; conocer gente, ir recogiendo músicos de la calle y volver con una orquesta de cincuenta músicos que has encontrado en el camino”. La orquesta mundial. La orquesta de orquestas.

Si a Sherlock Holmes tocar el violín le resultaba un masaje inspirador para el pensamiento, un estímulo para desentrañar sus casos, a Ara Malikian, ¿que le aporta? “La música me da la felicidad; la música nos hace felices, la necesitamos”. Pues, señor Malikian, le necesitamos ya por aquí. Sin clones. Con su clan musical. A los cuatro vientos.