¿Qué pensó cuando vio la película por primera vez?

Me impresionó. Como cuando quieres entender lo que estás viendo y no lo consigues porque vas por detrás. Y, al mismo tiempo, me impactó la belleza de cada plano. La película tiene una inspiración pictórica evidente.

Sin duda, no es una propuesta usual.

Así es. Imanol dice que la película vuelve a nacer en la mente y creo que tiene parte de razón, porque después de verla vas ensamblándola, asumiéndola. Al principio, durante los diez primeros minutos estás algo desconcertado porque tu oído espera escuchar música, que suele ser lo habitual, pero, poco a poco, vas percibiendo los sonidos y al final su presencia es tremenda. En ese sentido el trabajo es muy sutil y creo, sinceramente, que es una muy buena película.

¿Como autor, cree que en Imanol Rayo se percibe una voz propia?

Indudablemente. No sólo tiene una voz propia, sino también una forma de trabajar muy especial. Los actores estaban sorprendidos. Se ha llevado muy bien con ellos, pero al mismo tiempo ha sido muy riguroso, y creo que será un director de cine con trayectoria larga. Trabaja muy bien en todos los sentidos, en la producción, donde se ha esforzado mucho; en el guión, con todas las versiones que ha hecho con Michel Gaztambide... Y que haya conseguido hacer esta película como él quería y en esta época es casi milagroso; eso indica fuerza interior. Es un chico muy implicado.

Montxo Armendáriz firmó 'Obaba'; Aizpea Goenaga, 'Zeru horiek', e Imanol Rayo, 'Bi Anai', ¿cuál es la que mejor ha captado su mundo?

No podría decirlo. Sólo puedo decir que estoy particularmente feliz con lo que ha pasado con los libros y las películas. Igual que estoy contento con la mayor parte de las canciones que se han hecho con poemas míos. Esto es algo que nunca imaginé, me parece casi como la multiplicación de los panes y los peces. Fíjate que Bi Anai la escribí hace treinta años y ver que sigue viviendo y creando otros mundos es una sensación muy reconfortante. La vida de escritor es un poco dura, no tienes a nadie que te diga cuándo trabajar y cuándo descansar; no tienes regularidad en tu vida y en tu salario... Pero yo no puedo quejarme, los dioses me castigarían si lo hiciera.

¿Para cuándo 'Días de Nevada'?

Trabajo todos los días en ella. Incluso hoy (por ayer) he escrito un poquito y por la noche también haré algo. Tengo unas doscientas páginas ya, pero tengo que pensar la estructura. Tengo que acabarla cuanto antes, y no porque me obligue nadie, sino porque quiero sacarme esta historia de la cabeza ya. Supongo que estará lista para otoño del año que viene.

¿Se centrará en sus vivencias en Reno?

Sí, aquel lugar me impresionó mucho, los desiertos, la soledad... Pero también habrá otras cosas: el sueño que tuve sobre mi padre después de su muerte, el incidente con pistolas del que fui testigo allí, mi percepción sobre Obama, al que vi a unos pocos metros antes incluso de que fuera candidato a la presidencia, una anécdota con Hillary Clinton... Todas estas cosas y más tienen que aparecer en el texto, y si consigo ligarlas todas, irá bien, si no... (risas). Todos los textos, ya sean largos o cortos, tienen que tener fuerza.

En este momento, ¿mejor hablar de literatura y de cine que de política?

En Estados Unidos se suele decir que cuando un político ya lo tiene que dejar porque llega otro presidente es algo así como un pato cojo, en el sentido de que ya nadie le toma en cuenta. Y aquí no es que pase eso solo con el presidente del Gobierno, sino que da la sensación de que toda la clase política está compuesta por patos cojos. Es terrible la sensación de que no mandan ellos, de que hay una configuración detrás que es la que va marcando la marcha del mundo. Es algo siniestro.