vitoria. In dubio, pro reo reza la locución latina que alude al principio jurídico que se presenta, a menudo, ante la insuficiencia de pruebas. Porque, cuando hay duda, esa duda que se experimenta con una base y no basada únicamente en el mero capricho, ¿se debe o no actuar, intervenir, juzgar? Ya han visto más de una discusión acalorada, a la salida de las funciones, los integrantes de la pieza que mañana recala en el Teatro Principal. La Duda razonable también echará raíces en Gasteiz.
¿Y de dónde surge la duda? Todo partió, en este caso, de reflexiones similares a las que trata de generar el propio montaje, de las "que nos brotaron a Iñaki Salvador y a mí a partir del caso Neira", explica la actriz Ana Pimenta. Pero el suceso de este profesor apalizado por recriminar una agresión fue sólo la raíz de la creación, con esa dicotomía entre "intervenir o no intervenir", entre "lo público y lo privado". Con esa ambigua sensación que acomete al pensar si al entrar "en la vida de los otros nos mueve el altruismo o no", añade la actriz.
Con estos mimbres de Pimenta y Salvador, Borja Ortiz de Gondra se puso al libreto y el resultado es una Duda razonable que ya viene colándose en el consciente de miles de espectadores. La propia Pimenta, en el papel de una periodista, y Marcial Álvarez -aquí toca decir que es conocido por su papel en El comisario, aunque es un clásico de las tablas-, en el de un profesor universitario, son los roles que permiten anidar estas emociones en su interior, al descubrir un posible caso de malos tratos en la chica de la limpieza. Celia Pastor y el gasteiztarra Alberto Huici cierran el reparto de la pieza, como sustitutos, incluso mejorados -"no se ha resentido, ha crecido"-, de los iniciales Marta Poveda y Mariano Venancio, embarcados en otros proyectos dentro de la vorágine -una vez más la crisis- que vive el sector.
"Un thriller ético". Así describe el director de la pieza, Josep María Mestres, un montaje con el que la compañía donostiarra Vaivén da el do de pecho en el apartado de producción. "Es un espectáculo de riesgo, muy ambicioso, un poquito más grande de lo que solemos hacer", reconoce Pimenta, que describe -cromáticamente- la pieza como "una obra de tonos grises, con la que no pretendemos ser moralizantes", añade la actriz.
Ya saben, se practica aquí ese clásico escénico de que cada uno saque sus propias conclusiones, "haga su reflexión y se coloque donde quiera", aunque la obra impide estabilizarse mediante un libreto "milimétrico" que va tejiendo una pieza que pretende huir del maniqueísmo. "Tienes la sensación continuada de que te has perdido algo", asegura Pimenta, y en eso reside el poder de la construcción escénica.
Todo gracias a la batuta de un Mestres que prepara -con Emma Suárez y Viggo Mortensen- su versión de Purgatorio, de Ariel Dorfman, en el Teatro Español. De un Mestres que se puso al frente de este juicio escénico en el que la palabra está muy presente a raíz de las profesiones -profesor, periodista- de los personajes principales, envueltos en una trama que se desencadena por unas amenazas telefónicas recibidas en teléfono ajeno. Amenazas que les llevan a tomar un incierto partido. "Cuando esto altera tu ecosistema te llegas a plantear si tenías que haber intervenido".
Música de Iñaki Salvador y escenografía "sencilla y sugerente" de José Tomé (Ur Teatro) son otros ingredientes que ayudan a disipar otras dudas, las del espectador, a la hora de acercarse mañana a la butaca del Teatro Principal. A la salida, probablemente, tocará discutir, pero con esa dialéctica que permite a veces crecer por la vía del pensamiento compartido. "Vaivén siempre se ha caracterizado por un tipo de teatro comprometido; no hacen un teatro fácil porque no debe ser así", opina la responsable de la red municipal de teatros, Marta Monfort. Toca teatro de ese que, al cerrar el telón, dibuja preguntas. En este caso, la que propondrá responder es: ¿qué hubieras hecho tú?