¿Sus diarios son una reivindicación de lo individual?
No es un libro de tesis de reivindicación de lo individual, pero sí diarios que escribía para mí solo.
¿Y qué le llevó entonces a querer compartir algo personal con el público, a aceptar una edición?
Fue un poco por casualidad. Yo no lo pensaba. Un amigo me decía 'te sacamos, te sacamos...". Pero lo sorprendente es que ha tenido éxito, que hay gente a la que le gusta oír hablar a un individuo.
Cuando comenzó a escribirlo, ¿lo hacía para usted o con algún tipo de voluntad de estilo?
Venía de escribir en periódicos crítica literaria, algunas columnas, pero no me acababa de gustar el estilo que me salía, porque no era lo suficientemente personal. Entonces empecé a escribir para mí solo, lo que me daba la gana y en mi tono. Pensaba escribir unas treinta páginas. Cogí dos o tres entradas y dije 'éste sí es mi tono, aquí sí estoy hablando para mí solo'. Y a la primera. Y entonces seguí y seguí...
Como una liberación...
Me da igual. Me divierto, me entretengo, y encima luego le enseñé cincuenta páginas a un amigo y me dijo 'sigue'. Escribí ocho años, y sólo se lo enseñaba, a final de año, a algunos amigos...
A la camarilla...
Sí, a tres amigos...
¿Y qué tiene este periodo, 1999-2003, que no tengan otros?
Cambió mi vida. Tuve un problema médico. Tuve que dejar de beber. Salía bastante por la noche y dejé de salir. Tenía más tiempo para mí y cambió mi vida. Miré para atrás y no me acordaba de nada. 'Qué vida más borrosa tengo'. Y, como tiene flashbacks, con el diario se creaba ese relato de mi vida. Empecé, me entretuve, y, sobre todo, para mí es una diversión. Alguna vez he dicho que me sirve también como terapia...
Y sigue con ello, sigue escribiendo sus diarios...
Desde que he publicado, me he armado un lío, porque, claro, ya no estoy escribiendo para mí. Estás pensando que te van a leer...
¿Y qué me dice de la sensación de que le premien por 'contarse'?
Rarísimo.