En mayo, Kim Ki-duk presentó su último filme, Arirang, en el Festival de Cannes. Antes de regresar a Asia, el cineasta coreano prolongó su estancia en Europa y decidió rodar un nuevo trabajo que, cuatro meses después, llegó ayer a la Sección Oficial del Zinemaldia. Solo hay dos nombres detrás de esta improvisada producción cuyo presupuesto fue "cero": la actriz Kim Ye-na, protagonista absoluta que, además, hizo de camarógrafa ocasional, y el propio director, que rodó y actuó como misterioso personaje oculto tras una cámara antigás. El guion, según explicaron, se redujo a una sinopsis: una mujer viaja por Venecia y distintas ciudades francesas -París, Avignon, Lyon- asediada por un hombre que primero la viola y le roba y después le va devolviendo poco a poco sus pertenencias.
El responsable de títulos como Hierro 3 (León de Oro en Venecia) o Samaritan Girl (Oso de Plata en Berlín) ha regresado con una historia sobre el amor, la vida, el cine y las circunstancias de cada cual, que no pretende ser un relato sobre el sufrimiento. "No quiero que los espectadores crean que la protagonista es solo una víctima que sufre, sino que vean cómo ese sufrimiento le acerca a la esencia de la vida", declaró el autor, para quien la religión, muy presente en su película, es aquello que el ser humano busca cuando sufre.
El cineasta ha planteado Amen como una ruptura con su cine anterior, muy pendiente de la estética y de las formas, para expresarse ahora "de modo completo". "Siempre creí que mis películas no eran sinceras y tenía ganas de librarme del sistema, de los espectadores y del capital", subrayó. A su juicio, el cine actual tiene "demasiados accesorios", es decir, "hay mucho capital pero poco contenido", por lo que ha querido girar el rumbo de su carrera para ser "más sincero" a la hora de resolver sus curiosidades. Porque si quedaba alguna duda, el director aclaró que nunca abandonará la dirección: "Mientras pueda responder preguntas sobre mi vida a través de las películas seguiré haciendo cine".
Es consciente, eso sí, de que un filme como el suyo es carne exclusiva de festivales. "No creo que nadie vaya a verla a una sala pagando. Es una película muy libre y sincera, pero totalmente irresponsable: la he hecho yo solo con una cámara y como me ha dado la gana. No sé si alguien querrá comprarla y distribuirla", dijo en una rueda de prensa en la que sacó las uñas y desbarró cuando un periodista le preguntó irónicamente si esperaba ganar la Concha de Oro. "No he hecho la película para lograr cinco estrellas. Ya he ganado suficientes premios, y la Concha de Oro, ¿es para tanto?", espetó, altivo, a una estupefacta audiencia.
También sugirió que pensaba venir a Donostia fuera de competición y que fue al llegar al Festival cuando le dijeron que Amen estaba incluida en el concurso -aspecto negado en principio por el certamen-. Después, Kim Ki-duk reculó tras percatarse de que quizá había respondido "a la defensiva". "Quería rodar en Europa y en realidad la película es un homenaje a Europa, que descubrió mi cine y mi existencia. Si no hubiera recibido tantos premios en Europa seguramente nadie me conocería ahora. Así que, señores del jurado (de Donostia), por favor, tienen que darme la Concha de Oro", dijo el veleta Kim Ki-Duk.
Kim Ye-na
Primer viaje a Europa
La actriz de la película, por su parte, afirmó que lo que más le atrajo de Amen es que "no puede definirse en una palabra o una sentencia", y aunque no reveló si el director le pagó por su trabajo, sí sugirió haberse sentido compensada con el viaje. "Era la primera vez que venía a Europa y nunca había subido a un tren nocturno. Hay muchas escenas en las que aparezco dormida y realmente estaba durmiendo. El rodaje fue muy cómodo e interesante", comentó.