Venecia. El Festival de Cine de Venecia recibió ayer con grandes aplausos la última película de Roman Polanski, Un dios salvaje, fantástica historia que se sostiene sobre los hombros de cuatro enormes actores: Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz y John C. Reilly.
Winslet, Waltz y Reilly homenajearon a Polanski, ausente del la Mostra, al que atribuyeron todo el mérito en el estupendo resultado de una película que funciona como un mecanismo de relojería y en el que cada frase y cada movimiento está estudiado hasta el más mínimo detalle. "Es una historia increíblemente compleja en los detalles", explicó Winslet en la presentación de la película, que compite en la sección oficial. Una historia sobre dos parejas que se enfrentan tras una pelea de sus hijos, de 11 años, y en la que, al desarrollarse casi en su totalidad en el salón de la casa de una de las parejas, hace que el trabajo de los actores sea aún más importante que en otros filmes. "Los cuatro estuvimos muy implicados desde el primer día. Pero tuvimos la ayuda de un guión extraordinario", indicó Winslet. Dos semanas de ensayos les permitieron coger el tono y ritmo que Polanski quería dar a la película, algo alejado del de la pieza teatral que todos ellos conocían. Además de conocer al milímetro el pequeño escenario en el que todo se desarrolla. "Era una especie de confinamiento, pero con un montón de gente, así que el uso del espacio estaba estudiado hasta el más mínimo detalle", precisó Waltz.
Algo que no fue un handicap para Polanski, puesto que ese es un punto fuerte del director franco-polaco. "Su precisión, su exactitud, su microscópica forma de trabajar...", señaló el actor. Todo ello llevó a los intérpretes a conocer cada movimiento, cada posición, cada frase, como si fuera exactamente una obra de teatro. Kate Winslet destacó algo que a Polanski le gustó mucho, y es que los cuatro actores se ayudaron y no se mostraron competitivos en ningún momento. Y eso se detecta en el resultado final de esta película, una coproducción de España, Francia, Alemania y Polonia, que pese a estar basada en el archiconocido texto de teatro de Yasmina Reza, adquiere una dimensión diferente.
canto a la liberación femenina Como si de uno de sus videoclips se tratara, la cantante estadounidense Madonna presentó fuera de concurso en Venecia una muy coreogafiada y musical segunda película como directora, W.E., un canto a la liberación femenina. La reina del pop pone imágenes a la historia de la estadounidense Wallis Simpson, cuyo amor por Eduardo VIII le llevó a éste a abdicar al trono inglés en 1936 y a quien plantea como ejemplo de búsqueda de la felicidad femenina.
Durante casi dos horas, un metraje quizá excesivo para la trama, Madonna presenta la historia de Simpson en paralelo, ya en la época actual, con la de Wally Winthrop, una joven neoyorquina obsesionada con el personaje de la esposa de Eduardo VIII, y quien será reflejo de la lucha femenina al tener que superar un matrimonio en el que sufre maltrato físico y psicológico. "Me identifico con ella (Simpson) en el sentido de que cuando las personas se convierten en iconos se reducen a un simple sonido, al que se le atribuyen unas cosas. Wallis Simpson no fue entendida. No fue entendida la elección del rey, porque a veces la gente afronta las circunstancias insólitas con miedo", dijo la cantante.
"El mundo que se encontró Wallis era un mundo de belleza, pero también decadencia. Quería reflejar este mundo en la época moderna. Y subrayar que la belleza no tiene por qué garantizar la felicidad", apuntó. La película, con una rica carga musical, continuos bailes de cámara y de personajes y una coreografía propia de sus vídeos musicales, hace pensar que la historia personal de Madonna se encierra detrás de la de Wallis Simpson, esa estadounidense incomprendida que un día marchó a Inglaterra, el país adonde la cantante ha trasladado su residencia.