Existen infinitos tipos de mascaras, desde grandes, pequeñas, neutras, larvarias, hasta expresivas. pero todas cumplen una misma misión: cubrir el rostro de quien la utiliza. Trabajar sin mostrar la cara puede resultar más sencillo, o no, según se mire, ya que de este modo se potencia otro tipo de comunicación. En teatro emplear este elemento facilita que los actores y actrices se relacionen mediante la utilización de su cuerpo.

Desde hoy, y hasta el próximo 7 de octubre, en Llodio se celebra el cuarto Laboratorio Internacional YINdeYAN de la mano del actor, director y pedagogo teatral Pablo Ibarluzea. Desde la primera edición del curso se han ido añadiendo nuevas piezas y se ha alargado la duración del mismo, de cuatro semanas se ha pasado a seis, y, además, como novedad este año, el último día tendrá lugar una muestra en la que quien lo desee podrá comprobar lo que han aprendido los alumnos del taller.

Para el actor llodiano el trabajo con caretas supone "una visión pedagógica", y es por ello por lo que se dedica a este tipo de teatro. "La máscara hace que emplees todo el cuerpo y que no te centres en la expresión de la cara", explica Ibarluzea. "Aumenta la expresividad del tronco y hace que trabajes para afuera, es algo inmediato que te obliga a emplear el torso", comenta en relación a su visión personal de este tipo de representaciones.

"En Llodio no disponemos de un escenario para hacer teatro y, por problemas de gestión cultural, estamos un poco apartados del pueblo", explica el director. Las actividades del laboratorio son las que están separadas de los vecinos, pero no ocurre lo mismo con el curso de teatro que se celebra en enero. "Éste sí que está más enfocado a la participación de los llodianos. El laboratorio no tiene esa finalidad" afirma Ibarluzea. Pese a no ser uno de los objetivos, este año sí que podrán disfrutar de una muestra el último día de clase (el 7 de octubre).

El curso está dividido en semanas, cada una centrada en una modalidad, y una media de 15 estudiantes pasaran por cada taller. En total hay 25 inscritos, pero no a todos les interesan las mismas fases del teatro, por lo que solo participan en las que cumplen sus requisitos y necesidades de aprendizaje.

EVOLUCIÓN temporal Las tres primeras semanas están centradas en el teatro del silencio, el actor no habla para nada, solo se expresa mediante el movimiento. Las máscaras van evolucionando, pasan de cubrir el rostro entero sin ningún tipo de expresión, a mostrar algún rasgo, para más tarde convertirse en un personaje, hasta que al final casi desaparecen por completo del semblante del intérprete.

La careta neutra, esa que no deja ver ni una mínima parte del rostro y que, además, no refleja nada es la utilizada en el primer taller. Se empieza desde cero. Como explica el director del laboratorio, "elimina la expresión e iguala a todos. Es una cara muy general que busca lo universal". Una vez que todos los intérpretes están en la misma condición es más sencillo lograr que el cuerpo transmita lo que la escena o situación le pida.

La segunda semana va mostrando el desarrollo de los rasgos, la neutralidad deja paso a las máscaras larvarias. Éstas a duras penas dicen nada pero son diferentes las unas de las otras. "Muestran personajes muy básicos", comenta Ibarluzea, "y nosotros lo que hacemos es centrarnos en el elemento que presentan para explotarlo". Como ejemplo serviría una cara con una nariz muy grande, es lo único que se ve en el antifaz, por lo que el actor o actriz se tiene que meter en situación para que ese personaje exprese algo.

De las facciones exagerados que componen la segunda semana del laboratorio se pasa a las máscaras expresivas enteras. En ellas ya se pueden ver rostros normales "de los que puedes encontrar en la calle", pero la boca permanece cerrada, por lo que sigue siendo teatro mudo. "Esta fase precisa un trabajo más sutil", explica el actor, "ya que la cara se va conformando poco a poco". "Ante una situación determinada, tienen que saber actuar con independencia del personaje que les toque a cada uno", afirma el director del curso.

A partir del cuarto taller, se abandona por completo el silencio, le llega la hora al lenguaje. Con las medias máscaras, que ocultan algún rasgo del que la porta, bien sea la nariz o cualquier otro aspecto, "se pretende que aprendan a poner la palabra, a introducirla".

Las dos últimas semanas se centran por completo en la figura del payaso, una vez que el personaje ha aprendido a expresarse mediante el cuerpo y después ha ido introduciendo la dicción, le llega la hora a lo concreto. Con Encuentra tu clown "se pretende buscar lo particular, lo intransferible, que es lo que hace a cada uno diferente". Y una vez que esto se tiene claro "se empiezan a crear las escenas que el último día se representarán ante el público", explica Ibarluzea. Para ello, está preparada la sexta fase del curso, para que los estudiantes preparen un número que el público de Llodio verá en directo.

UN TRABAJO DURO De los objetivos del laboratorio, el director destaca que "pretendemos educar al cuerpo para que se exprese mejor y, además, potenciar la creatividad". Lo que se busca es que el artista sea capaz de alcanzar, él mismo, la inspiración y, conociendo la psicología del movimiento, llegue a transmitir algo al público.

"No trabajamos con textos, sino con situaciones. Los intérpretes no son marionetas al servicio del autor", explica el actor. Tienen que ser auto suficientes y crear tanto a los personajes como las escenas en las que participan. El teatro de máscaras no consiste de manera exclusiva en cubrirse el rostro y seguir las órdenes de un director, sino que exige algo más, y ese algo más es la iniciativa y las ganas de cada uno. En palabras de Pablo Ibarluzea, el clown es "un juego que exige trabajar".