Dicen que a esta trigésimo quinta edición del Festival de Jazz de Gasteiz le faltan mujeres en el cartel. Es verdad. Pero si hay un día donde la testosterona va a campar a sus anchas en Mendizorroza, ése va a ser hoy. La doble sesión de este jueves cuenta con dos nombres propios, con dos hombres jóvenes que, cada uno en su terreno, han conseguido hacerse un hueco más que importante en la escena internacional y que regresan a la capital alavesa tras dejar aquí muy buenos recuerdos en sus respectivas primeras veces. José James y Jamie Cullum lideran la llegada de las dobles sesiones del certamen a su particular ecuador.

Atención a aquellos que quieran asistir a la cita de las 21.00 horas (los tickets se pueden conseguir por 35 euros) y todavía no tengan su entrada en la mano. Tienen que darse prisa porque, aunque quedan huecos libres, tampoco son muchos. Y va a pasar lo mismo mañana y el sábado, así que... Pero es mejor no adelantar acontecimientos y centrarse en lo que toca hoy mismo. Tanto James como Cullum son viejos amigos de la capital alavesa. El primero llegó en 2008 con su primer disco bajo el brazo para presentarse en el Jazz del Siglo XXI, cautivando al Principal. El segundo se estrenó en el Estado en 2005, dejando patas arriba el polideportivo con esa mezcla de música y descaro que tanto le gusta. En ambos casos, ha llovido lo suyo, y aunque se mantienen características, los dos han evolucionado.

A José (sí, con acento, aunque sólo sea por su ascendencia panameña) le tocará abrir la doble sesión con un concierto que produce, así de primeras, cierta sorpresa. Su última referencia discográfica, For all we know, es un diálogo a dos con el pianista Jeff Neve, aunque en su actual tour está girando en formación de cuarteto sin la presencia del músico belga, así que es de esperar que tengan un peso específico los temas de Blackmagic y de su álbum de debut, The Dreamer (que fue la excusa perfecta para su visita a la capital alavesa en 2008), o tal vez presente algo de material nuevo.

En estos tres trabajos, el cantante ha ido probando diferentes caminos, siempre partiendo del jazz, para configurar una trayectoria muy apreciada por la crítica, aunque es indudable que no tiene, ni de lejos, la misma repercusión mediática que su compañero esta noche. De trato muy cercano y amable, James oculta tras su presencia habitual de rapero una voz elegante de distintos matices que sabe jugar con el r&b, el soul y el hip hop, pero siempre desde la base jazzística contemporánea.

En la mitad de la doble sesión, el mayor (con 33 años) dará paso al joven (cumplirá 32 en agosto) y Cullum hará acto de presencia. Sin duda, es el gran esperado de este año por el gran público. Desde que las entradas para esta trigésimo quinta edición se pusieran a la venta en Internet, este jueves ha sido el más demandado y, sin querer menospreciar a James, el gran culpable ha sido Jamie.

En su anterior visita dejó al personal encantado gracias a su música (esa mezcla de jazz y pop que a algunos pone tan de los nervios) y, sobre todo, al show que montó, y eso que hubo algo que no le salió bien. El pobre Cullum se quedó con una cara que casi se pone a llorar. En uno de los temas, ayudado de la tecnología, fue creando diferentes sonidos utilizando su piano. Los fue grabando uno a uno y mezclando para crear un tema. Pero cuando tenía todo el trabajo hecho, movió uno de sus pies de forma brusca, desenchufó un cable y todo el esfuerzo se fue al traste. Cosas del directo.

Más allá de anécdotas, para el también cantante aquella ocasión era especial. Suponía su primera actuación en un certamen jazzísitico de categoría y quería demostrar que su sonido es lo que importa. Seis años después, las cosas no han cambiado tanto. Él ha seguido creciendo en su música mientras sus críticos se rasgan las vestiduras asegurando que eso que él hace no es jazz. Por el camino, ha seguido editando discos (The Pursuit es el último), dando conciertos por todo el mundo y creciendo en lo personal (ahora es papá). Incluso ha entrado en el mundo de las bandas sonoras coincidiendo con otro de los nombres propios de este año en Gasteiz, Kyle Eastwood (que actuó ayer).

En toda esa trayectoria, al británico le han colgado multitud de clichés, también por parte de la industria discográfica, empeñada en seguir haciendo dinero sin cambiar su forma de actuar. Que si rompe pianos por donde pasa, que si es un chico malo con cara de bueno, que si cada vez que sube al escenario se lía... En realidad, Cullum es un hombre al que le gusta divertirse, que sabe qué quiere él y el público, y que tiene la oportunidad de hacerlo. Y el resto, si quiere, de disfrutarlo.