puede que en tres días nada suceda en tu vida. O quizás todo cambie para siempre. Lo más probable es que a los 23 participantes del seminario que estos días acoge la Escuela de Música Luis Aramburu las doce horas con Fred Hersch les sepan a poco, pero a la vez les abran una puerta que ellos mismos ya han comenzado a entornar con la decisión de acercarse a su piano.

En torno a él les colocaba ayer el maestro de Cincinnati en la primera de las tres jornadas. El movimiento siempre se ha demostrado andando. Y la música, caminando el piano con el talento que cada cual posea. "Te sentaba al piano, te escuchaba y te iba corrigiendo y dando consejos", explica Daniel Beriain, uno de los primeros que había mostrado su quehacer ante el grupo. ¿Qué eligió para la sesión? "Una obra mía, con improvisación, claro". Como no podía ser menos.

A su tocayo, Daniel González, todavía no le había llegado la oportunidad. "Va a ir saliendo el resto de la gente a lo largo de los días", apuntaba, señalando otras de las claves por las que se había movido y se moverá el encuentro, como "explicaciones sobre la posición de manos o del cuerpo, o cómo pasar de un acorde a otro".

Estos dos gasteiztarras se han apuntado al curso para mejorar su "conocimiento", para vivir un "acercamiento" a un género en el que no se mueven habitualmente. Juegan en casa, Dani 1 con sus estudios finalizados; Dani 2 en Grado Profesional, con el grupo de combos de Silvia San Miguel -que ejerce de traductora en el seminario- como horizonte del próximo curso.

No los recibe, sino que los imparte Mauro Urriza, profesor de Armonía de Jazz en Estella. Y es que, entre los participantes, alumnos y maestros se mezclan para tratar de absorber el máximo de conocimientos de Hersch. "Es un pianista muy importante, es una oportunidad", explica en torno a la carpa del Jardín de Falerina, donde parte de los seminaristas han subido nada más acabar la primera jornada. Jazz de fondo para compartir las primeras impresiones.

"Ha sido mucha información y muy variada", asegura Ramón Pascual, también profesor, que se ha acercado desde Logroño. "Entre riguroso y amable" se ha movido el discurso de Hersch. Y es que esas deben de ser las dos claves para poder sacar rendimiento a las doce horas de master class. "No se ha perdido el tiempo", confirma Cristóbal Segura, otro maestro, que llega desde Corella.

Los tres coinciden en que "los primeros diagnósticos que nos ha dado han sido muy atinados" y en que hay más motivos para acercarse a Gasteiz durante estas tres jornadas, para ir y venir, como hace Mauro, o para vivir un poco el festival haciendo noche en un hotel, como hace Cristóbal. Otros lo hacen en una residencia de El Pilar que vuelve a acoger un año más a los estudiantes. "También está bien para conocer a gente con tus mismas inquietudes", afirma el primero, poco antes de volver su atención a la velada de Blue Apple Quartet, bajo la gris techumbre del martes.

Quedan dos jornadas matinales más en la calle Correría. La Escuela de Música Luis Aramburu ha tomado el relevo del Conservatorio de Música Jesús Guridi en las labores formativas, que convergen en el escenario del auditorio. Allí es donde Fred Hersch, Silvia mediante, irá compartiendo sus conocimientos con sus efímeros alumnos.

Alumnos que tendrán la oportunidad -aunque ya han comenzado a hacerlo- de ver cómo se las gasta su profesor el viernes sobre las tablas del Principal, en el penúltimo concierto del ciclo Jazz del Siglo XXI. Mientras tanto, ellos serán los principales protagonistas, alternando su labor a las teclas con su papel de espectadores. Los pasillos de Luis Aramburu bostezan. Sólo en uno de sus rincones se desempeña música, con ecos del intenso año todavía rezumando en las paredes. Todo va despacio. Piano, piano.