ES como celebrar el 'no cumpleaños', Digamos que, durante estos días, la sensación que respira Montehermoso es la de un eterno vermú, la de un domingo inagotable que, atrapado en un tórrido día de la marmota, el espectador puede vivir una y otra vez, pero cada día con una banda sonora diferente. Sí, en Mendizorroza puede darse el mismo efecto, pero mientras cae el telón de la noche, uno es más consciente de que tiene que, inevitablemente, tiene que ir a trabajar al día siguiente.
Acostumbrados a hacerlo en domingo están los músicos de la Banda Municipal, que cada año se encargan, con un nuevo invitado, de estrenar el ciclo Jazz Terrace del Jardín de Falerina. Y a las 13.30 del pasado séptimo día lo hicieron con el que es probablemente el músico más pluriempleado del presente Festival de Jazz.
Hay alguno que, a buen seguro, meterá más horas que él durante el presente certamen, pero ninguno lo hará en hasta cuatro proyectos diferentes. En el del domingo, el que suponía el primer paso de Montehermoso en el festi, jazz y funk fueron las claves escogidas. Y el abrazo del numeroso público certificó que todo estaba en orden. En el orden adecuado. Orden y concierto.
Y el lunes... Volvía a ser domingo. Niños pululando. Música en los bafles. Sol del que pica y llama al pika. Sol del que hace buscar la protección de los árboles. Sombra aquí, sombra y jazz. Con un pelín de retraso sobre la hora, Giulia Valle y los suyos emergen en el escenario. La carpa vacía se llena en lo que tardan en tomar sus instrumentos y lanzarse a la música. No hay butacas. Los culos las crean, efímeras. Y empieza Argentina.
La música de la banda barcelonesa se mueve entre dos territorios. Por un lado, el lírico, el casi onírico, buscando unas melodías que Marco Mezquida deriva al sabor clásico, saltando del piano de cola al teclado. "Lo siento, pero ahora está en Barcelona", apunta la contrabajista del saxofonista bilbaíno Gorka Benítez, que se encarga de los vientos -también flauta- junto a Martí Serra -tenor y soprano-, cerrando el quinteto un David Xirgu, que se lleva de entrada una gran salva de aplausos motivada por su estupenda trayectoria.
Después de Argentina llega Un sueño. Quizás por eso Giulia cierra los ojos. Quizás por ello el piano la inicia con brillos lentos. Le sigue un tema que "tiene una carga emocional muy importante", construido casi in itinere cuando grababan el último disco del proyecto, Berenice. Break a loop suena como un cañón, entre ese intimismo que caracteriza las composiciones de la contrabajista y una suerte de rock progresivo que la enloquece hasta la médula y lleva consigo al cerebro del que escucha.
El proyecto de raíz catalana conecta sin cortapisas con el público gasteiztarra, poniendo otro peldaño. Le seguirán Elodie Rama (hoy), Elkano Browning Cream (mañana), Tribeqa (jueves), Fuel Fandango (viernes) y Beat'A'Boom (sábado), completando un ciclo que se ha convertido en esencial para entender el Festival de Jazz de Gasteiz, con grupos a la altura de cualquiera de sus otros escenarios.
"Gracias a Gotxi", finaliza Giulia el discurso de aplausos, que premia ante todo su vocación por un jazz libre y nada críptico, aferrado ante su potente contrabajo. Los grupos se congregan. Hay quienes van para casa. Mañana será otro día. Será el mismo día. Porque en el impass de los mediodías, esta semana todos las horas pertenecen al domingo. Montehermoso es un oasis. La música, un adictivo espejismo.