Düsseldorf. Aunque no formaban parte del repertorio, es sencillo evocar al matrimonio Schumann y a Johannes Brahms en Düsserdorf. No solo porque los bustos de Robert y Clara presidan una de las entradas del Tonhalle, la bella sala de conciertos de la ciudad. No solo porque Schumann y Brahms integraran el programa que la Sinfónica de Düsserdorf ha interpretado esta semana a Euskadi. Sino, sobre todo, porque en esta ciudad alemana se encontraron por primera vez los protagonistas del trío más misterioso de la historia de la música.

Para explicar este cruce de destinos, que se produce en 1853, es recomendable retroceder unos años atrás y rastrear los orígenes del matrimonio de Robert y Clara Schumman, brillante compositor y extraordinaria pianista. Con un inevitable ingrediente romántico (la oposición del padre, porque ella era menor de edad y el compositor en ese momento no parecía garantizar una vida próspera), su amor sorteó todas las dificultades, incluida la inestabilidad mental del autor alemán. En 1850 el matrimonio se trasladó a Düsserdorf porque Schumann había sido escogido director musical. Las crónicas de la época recogen que su trabajo no gustó demasiado a los músicos, aunque ahora se recuerde su paso con orgullo para dar solera a la institución.

Tres años después de la llegada de los Schumann, el 31 de octubre de 1853, el joven Brahms, que entonces contaba con 20 años, aprovecha un viaje por el Rhin para visitar a los Schumann por indicación del virtuoso violinista Joseph Joachim. Robert y Clara le invitan a cenar y esa misma noche se forja una amistad que se prolongaría, con altibajos, hasta el final de sus vidas.

Schumann escribe un elogioso artículo en su revista, admirado por el talento de Brahms, que le abre muchas puertas al considerado más clásico de los compositores románticos. También Brahms aparece en un momento crucial de la existencia de los Schumann, porque a los meses el compositor alemán sufre una de sus crisis nerviosas e intenta suicidarse tirándose al río que baña la ciudad. Brahms estaba trabajando en Lippe-Detmold pero tras el internamiento de Schumann en un psiquiátrico regresa a Düsseldorf para ayudar a Clara, que debe ocuparse en solitario de sus siete hijos. Es quizá en ese periodo, en el que Brahms, trece años menor que Clara, hace las veces del cabeza de familia, cuando germina una relación que cumple todos los requisitos del amor platónico. Nunca se ha aclarado si la mujer de Schumann le correspondió.

Cuando muere Robert, en 1856, se produce el primer distanciamiento entre Clara y Johannes Brahms. En 1858 pasan la primavera juntos, aunque ese verano Brahms conoce a la cantante Agathe von Siebold, con la que llega a comprometerse, para luego romper la relación. Las biografías más detalladas recogen visitas en 1862, año en el que Brahms se instala definitivamente en Viena, 1880 (con motivo del Memorial Robert Schumann) y 1888.

despedida fallida Su último intento por verse desembocó en una anécdota cruel, de acuerdo a la versión de varios historiadores. Clara Schumann le escribió en 1896 para comunicarle que estaba gravemente enferma. Brahms quiso acudir a su llamada, pero estaba tan nervioso que se confundió de tren y no llegó a tiempo para despedirse de ella. Tras la muerte de la pianista, cayó enfermo y murió a los meses, el 3 de abril de 1897. Brahms nunca se casó.

Más allá de especulaciones sentimentales, han quedado las composiciones teñidas de melancolía de Brahms, que destinó al piano la parte más sustancial e intimista de su obra, y algunas de las cartas que se intercambiaron. En una de las últimas que Brahms dirige a su "amada amiga", fechada el 13 de septiembre de 1894, coincidiendo con el penúltimo cumpleaños de la pianista, lamenta lo que bautiza como "40 años de servidumbre, o como quieras llamar a tu relación conmigo". Sin embargo, no deja que la amargura se adueñe de la misiva, lo que nos hace concebir la esperanza de que tampoco permitiera que la aflicción conquistase su existencia: "Estoy acostumbrado a la soledad y he tenido que resignarme a la idea de este gran vacío, pero debo decirte hoy, de nuevo, que tu marido y tú habéis sido la mejor experiencia de mi vida, su más grande tesoro, su más noble acontecimiento".