¿Cómo se involucró en la obra?

Cuando aún estaba con Seis clases de baile, en una de las visitas que nos hizo el empresario Jesús Cimarro, de Pentación, hablamos de proyectos futuros, pero no parecía haber mucho donde elegir. Hasta que un día me trajo una propuesta pensando en que me iba a gustar y así fue. Eso sí, había que hacerle bastantes cambios, pero nos reunimos con Juan Luis Iborra y rápidamente llegamos a un acuerdo. Su versión es fantástica. A mí me apetecía mucho hacer una comedia, y aunque en esta función se hablan de cosas muy serias y de problemas personales muy complicados, siempre se hace a través del humor. Yo estoy en ese momento, me apetece hacer esos recorridos.

Y parece que el humor siempre es un buen vehículo para llegar al público.

Claro, además éste es un humor fino, no grueso, y la función tiene mucha ternura. El espectáculo cuenta con muchos ingredientes apetecibles.

¿Quién es Matilde?

Es una mujer valiente que se salió de la norma. Le tocó vivir la guerra, la posguerra, donde todo estaba prohibido, y, pese a todo, ella no renunció a vivir el amor como se terció en su vida y a asumir las consecuencias.

En el momento que narra la obra, a Matilde le toca convivir con su hija y con un personaje inesperado.

Sí, con un personaje que viene a reclamar algo, y eso es realmente la trama de la función. En ese encuentro, cada uno defiende sus intereses, pero debajo de eso hay un fondo de sentimientos, de afectos y desafectos, de amores y desamores, de vacíos... Todos han pasado por mucho y el que llega se encuentra con un pastel importante.

¿Cómo ha sido trabajar con Ana Labordeta y Daniel Freire?

Maravilloso. Casi ni nos hemos enterado, ha sido todo tan relajante, tan tranquilo... Empecé a ensayar la función con un catarro muy fuerte que se convirtió en neumonía y les di un poco de guerra, pero me dieron calorcito, me cuidaron y me mimaron; así llegamos al estreno y así seguimos. Ha ido todo sobre ruedas porque el equipo es fantástico.

¿Qué comparte Lola Herrera con el personaje Matilde?

Creo que cuando se crea un personaje cada uno tira de los hilos de los que dispone y, en este caso, esta mujer tiene mi edad y, por tanto, ambas hemos vivido la misma época. Lleevamos los mismos años sobre la tierra y aunque nuestros caminos han sido distintos coincidimos en que las dos nos hemos rebelado ante la dificultad. Yo he tratado de rebelarme ante los problemas, sacando el máximo provecho posible e intentando ver siempre el vaso medio lleno. Y de verdad que ha habido veces en que las mujeres teníamos pocos incentivos para ser optimistas, pero lo importante es hacer trabajar la cabeza, la imaginación y pensar siempre en la utopía. A base de perseguir esa utopía, logras vencer muchas situaciones establecidas.

Ya lo ha avanzado antes, ¿ahora lo que más le apetece es la comedia?

Sí, no me apetece hacer grandes textos. La verdad es que nunca he ido persiguiendo el más difícil todavía, siempre he seguido un camino tranquilo y ahora eso me apetece muchísimo más. Lo que quiero es estar sobre el escenario haciendo algo que me interese y que pueda comunicar a los demás. Y esta función transmite energía, optimismo, conocimiento de la vida y así no estás parada, aunque tengas 75 años.

¿Qué es lo que le da el teatro que no obtiene de otros medios?

El teatro es una pasión. En el teatro se viven cosas que no se pueden vivir en ningún otro sitio y son las que me interesan ahora mismo. Los otros medios están bien y he recurrido a muchos de ellos, pero no hay nada como el directo del teatro, y es una de las pocas cosas que quedan que no se pueden bajar de internet.

¿Volvería a televisión? ¿Qué sabor de boca le dejó 'Las chicas de oro'?

A mí me dejó muy buen sabor de boca, lo pasamos muy bien y desde el principio sabíamos que no íbamos a poder seguir mucho más porque hacer coincidir las agendas de las cuatro era muy difícil. Pero lo que hicimos, lo aprovechamos y creo que el público también lo disfrutó. Además, a mí no me interesa hacer series de diez años, no tengo tiempo.

Ha comentado que va a ir bajando el listón, ¿piensa en la retirada?

Sí, poco a poco vas soltando amarras. Indudablemente, las energías no son las mismas y para estar a tope donde estás tienes que prescindir de otras cosas. De vivir, prácticamente. Por ejemplo, hoy (por ayer) estoy viajando porque mañana (por hoy) trabajo y en cuanto llegue me recluiré en el hotel. Y no es que lo pase mal, porque siempre tengo la cabeza llena de cosas, pero el cuerpo muchas veces no me funciona al mismo nivel que la cabeza y no me puedo permitir salir a recorrer la ciudad, cosa que siempre hacía y me encantaba, pero hay que ahorrar energías. Son cosas de la vida, yo no me voy a apartar, será la vida la que decida. Mientras esté física y psíquicamente en condiciones, seguiré, pero ya se sabe que a estas edades los bajonazos suelen ser tremendos. Hay goteras y así estaremos hasta que se caiga la tienda (risas).