¿Qué opinión le merecen festivales de cortos como Begibistan?
Han alcanzado ya su quinta edición y, a nivel vasco, me parecen un referente a tener muy en cuenta. Todo se realiza en un ambiente muy euskaldun, sin olvidar el importante componente de diversión que le rodea, y han logrado que la mayoría de las personas que integran el panorama cinematográfico vasco acuda y les tenga como una fecha señalada en el calendario. Yo desde luego no me lo suelo perder, siempre me lo he pasado genial en Begibistan, y mañana sábado repetiré.
Como director de cortometrajes que padece en carnes propias la dificultad que conlleva reunir el dinero suficiente para afrontar un rodaje, ¿qué opina del sistema de premios de este certamen?
Que es el futuro del corto. Este tipo de festivales son la única forma que tenemos de mover nuestro trabajo, y si hay uno un poco mejor que otro, al final se va a llevar todos los premios. Con el sistema implantado en Begibistan, en cambio, todas las cintas que por su calidad logran el pase a la sección oficial obtienen ya un premio en metálico de 300 euros que, quieras que no, te ayudan a rentabilizar parte de lo que invertimos. Además, lo considero una forma de pagarnos. Me parece justo que si nosotros cedemos nuestro trabajo para que se proyecte, se nos recompense de algún modo. Igual sí sería bueno dar un premio especial al que resulte vencedor, por aquello de la competitividad, pero insisto en que en este método está el futuro del corto.
¿Por qué cree que la producción cinematográfica en Álava es menor que en Gipuzkoa y Bizkaia?
Hubo una época en Álava, con directores como Juanma Bajo Ulloa o Tinieblas, en la que parecía que el sector iba a despuntar, pero luego llegó otra oscura con la desaparición del NEFF y ahora creo que la escena del cine en Álava en general y en Vitoria en particular está viviendo su renacer gracias a festivales como Cortada o el propio Begibistan. Con todo, yo opino que el problema que tenemos está en la falta de infraestructuras e industria, porque quitando cuatro productoras, no hay nada. Las sedes de ETB y el propio Kimuak están en suelo guipuzcoano y vizcaíno, y eso les ha llevado a tener más cultura de cine que a nosotros. No obstante, en los últimos años están saliendo productoras potentes como Silverspace o distribuidoras como Banatu Filmak, y estamos intentando salir adelante generando una infraestructura que no existía. Por poner un ejemplo, la realización de mi corto Jugando con la muerte -producido por 47Ronin, la productora de Christian Gálvez- ha sido posible gracias al trabajo en red realizado por agentes del entorno como las productoras Kinoskopik, Cue Audio o Paneo y organizaciones como el Instituto Mendizabala o Gasteiz Film Office, entre otras. Somos como un nuevo bastión del cine, sin plató. Por ello creo que la nueva sección Arababistan del Begibistan es muy importante para el territorio.
Visto el éxito que está cosechando su último trabajo, ¿espera lograrlo también en Amurrio?
Yo tenía depositada mucha fe en mi historia, pero hasta que no te pasa no te lo crees y la verdad es que está siendo increíble. Ya había sido galardonada en festivales como Cortada, Humor en corto (Arrigorriaga), Envideo (Cáceres) o Laguardia, y ha estado presente en citas internacionales de género fantástico como Sitges o Amsterdam, pero el último mes ha sido un no parar. Primero, logró el premio al mejor guión en el certamen de cine y televisión King Bonn Festival de Shenzhen, en China, y ayer mismo en Madrid recogimos otro premio en el III Festival Internacional de Cortometrajes de Género Fantástico, SHOTS 2011, organizado por la revista Scifiworld. Creo que con éste van once, está funcionando muy bien y todo el equipo está muy contento. Si Begibistan decide darnos alguna txapela es una decisión que dejo en manos del jurado y el público.
¿Cuál es el secreto para hacer un buen corto?
(Risas) Difícil respuesta. Supongo que una buena idea que te llene contar, que te ilusione. Tener los conocimientos técnicos y de lenguaje audiovisual para transmitirla, así como perspectiva de producción. O sea que con los medios y equipo que se tienen, saber hasta qué punto se puede y cómo se debe levantar la historia. Y, por supuesto, contar con un equipo de profesionales intachables en el que confiar, como yo lo tengo.
¿Para cuando el salto al largo?
Para cuando me dejen y logre pasta (risas), aunque ya estoy trabajando en ello. La única diferencia entre un cortometraje y un largometraje es el dinero y en que el rodaje se extiende en un espacio temporal más amplio. Por lo demás, considero al largo más cómodo y agradecido, porque la gente cobra por su trabajo. El corto es más de guerrillas y favores, y nadie cobra nada. Si llego a hacerlo seguro que me encuentro con mil dificultades, pero me siento totalmente preparado y con muchas ganas.