Desde la locura sonora de Santi Ibarretxe y su Primital hasta la maravillosa complejidad de Dayna Kurtz han pasado cinco años y nombres como los de Quimi Portet, Gari, Mendetz, Delorean, Germán Coppini, Second, Ruper Ordorika, Tulsa, Sr. Chinarro, Aurora Beltrán, Vanexxa, El Mentón de Fogarty, Vinila Von Bismark & The Lucky Dados, Dirty Princess, Tomás San Miguel... y así hasta casi 60 solistas y grupos que han dado cuerpo a una iniciativa pionera en el Estado. Y es que, incluso hoy y aunque algunos se han querido subir al carro obteniendo mayor respuesta mediática a pesar de realizar apuestas de menor calado, el hecho de que un centro-museo de arte contemporáneo cuente con un programa propio y estable de conciertos no es nada habitual. Artium es la excepción. Lo lleva siendo desde hace un lustro, un tiempo dedicado a esas minorías mayoritarias que se mueven entre lo que no es comercial, lo underground, lo alternativo, lo diferente.
Art+Sound, que es como se bautizó el ciclo desde el principio, ha servido de paraguas para multitud de instantes, sonidos, recuerdos, puestas en escena, encuentros y aplausos, consolidando una trayectoria que si bien en los últimos tiempos ha tenido que amoldarse al contexto de crisis económica, sigue construyéndose con citas inmediatas (Nudozurdo tocará el 24 de junio) y otras más a medio y largo plazo (dentro de un año Artium cumplirá su décimo aniversario y la programación que se está preparando desde ya promete estar a la altura, también la sonora).
La idea hoy sigue siendo la misma que a principios de 2006: arriesgar con formaciones poco o nada conocidas por el gran público pero que (más allá de si hacen indie, pop, rock o electrónica) tienen propuestas singulares, propias, diferenciadoras y capaces de aportar. Aquí, los nombres consolidados son el rara avis. El compás lo marcan formaciones que con su primer o segundo disco están haciéndose un hueco, apuestas de futuro que, en varios casos, el tiempo ha terminado por confirmar.
Ejemplos de ello se pueden poner unos cuantos. Ahí está Bigott, que en su debut en la capital alavesa era poco conocido y eso se tradujo en una entrada modesta pero que después ha ido creciendo y cosechando premios, presencia en festivales... O Depedro, cuya popularidad se ha multiplicado y de qué manera tras debutar en Artium. "Nuestros conciertos están pensados como una apuesta; es evidente que nos podemos equivocar, pero en muchos casos, la realidad nos ha dado la razón", comenta Cristina Redondo, responsable de Actividades del centro y, por supuesto, de Art+Sound. Ella también llegó a Gasteiz hace cinco años procedente de Madrid y tomó las riendas de este programa, impulsado unos meses antes por Laura Fernández Orgaz, exsubdirectora de Artium.
Desde entonces, los objetivos no han cambiado pero sí lo han hecho distintos detalles. Por ejemplo, las actuaciones siguen celebrándose en la Sala Plaza, aunque eso no ha impedido que, en verano, se conquiste la terraza al aire libre que da a la calle Francia para dejarse llevar por la música en directo.
Además, Art+Sound ha ido uniendo sus fuerzas con citas como el festival Jazzaharrean o iniciativas como la de Gauekoak. Asimismo, ha crecido en Internet (art-sound-artium.blogspot.com) y hoy cuenta con quien graba ensayos y actuaciones para hacer vídeos que luego se pueden ver en Youtube (Jonathan Tibaduiza) y con quien realiza entrevistas y crónicas específicas (Elena Echave), materiales que no sólo saltan a la Red, ya que los músicos los reciben también como obsequio tras su paso por Vitoria.
Y se podrían poner más ejemplos, como la venta virtual de entradas (a través de www.atrapalo.com), que ha venido a calmar una demanda existente desde otras ciudades cercanas en las que despiertan mucho interés las citas sonoras del centro.
"Más que evolucionar, lo que hemos hecho en estos cinco años es afinar mejor", defiende Redondo, quien, además de apoyarse en el trabajo del resto de sus compañeros en el museo, sigue contando, como asesor externo, con la ayuda de un nombre que es otro fijo de este ciclo desde el primer día que se puso en marcha, Joseba Garitano.
Al otro lado del escenario, no hay que olvidarlo, lleva también un lustro el público, que cambia en cada actuación aunque hay grupos más o menos habituales que rondan entre los 35 y los 45 años, caras que se han hecho familiares a fuerza de querer mantener su espíritu inquieto y sus ganas de conocer (las entradas siempre cuestan 6 euros, la mitad para los socios del centro).
La música y los músicos Aunque la crisis ha obligado, en los últimos tiempos, a espaciar más de lo habitual las citas (la norma dice que se debe producir una al mes), el ciclo camina con paso firme convirtiendo por momentos a Artium en una sala de conciertos más de la ciudad.
Eso sí, el museo no entiende esta situación como generadora de conflictos con otros escenarios privados o asociativos. "Es mucho mejor que una ciudad tenga alternativas y que no tenga un único lugar donde sucedan las cosas bajo un mismo criterio. Cuando empezamos, Vitoria no tenía unas salas tan boyantes como ahora y creo que hemos contribuido a que en Gasteiz se genere un público que también va a estas otras tablas. La convivencia es buena y necesaria. Nuestra intención no es hacerle la competencia a nadie, si hacemos un concierto al mes... No vivimos de esto. También hay conferencias en otros ámbitos públicos y privados y no pasa nada. O ciclos de cine. O... Se debería ver como algo natural el hecho de integrar la música en la programación de un museo", apunta Redondo.
Eso sí, las tablas de la calle Francia son diferentes. Han supuesto el bautizo en un espacio de arte contemporáneo para la gran parte de los músicos que han pasado por aquí en estos años, intérpretes que antes de llegar, en algunos casos, creían que iban a tener que tocar entre cuadros y esculturas. "Siempre me suelo acercar cuando hacen los ensayos para invitarles a conocer el resto del museo si tienen un hueco y te encuentras con grupos que lo disfrutan mucho. Recuerdo, por ejemplo, a Second y a los de El Mentón de Fogarty, que les encantó el recorrido que hicimos y eso que fue breve", recuerda la responsable del ciclo.
En la balanza, como siempre, hay buenos y malos momentos. Los segundos se pueden contar con una mano y sobran dedos. "A algún grupo lo hubiera matado... bueno, no sé si tanto a la banda o al manager", confiesa Cristina Redondo, consciente de que los primeros ganan por mayoría. "Dayna Kurtz, por ejemplo, me pareció tan cojonuda que me gustaría que la viese todo el mundo. Nubla me sorprendió. Y Sr. Chinarro se lo recomiendo a todo el mundo", dice, sin olvidar las voces vascas, como la de Ruper Ordorika, que no conoció hasta su llegada a Vitoria, "lo cual es una pena".
Tiempo habrá para seguir escuchando. Este lustro sólo ha sido el primero. El cartel de Art+Sound espera todavía muchas sorpresas.