Vitoria. Cuando Richard Wherlock llega a la rueda de prensa da la mano a fotógrafos y periodistas. Saluda con una sonrisa en la boca. Uno tiene la impresión de que, o es muy correcto, o disfruta a cada instante de lo que hace. Y, lo que hace este hombre de Bristol, forofo del Chelsea -y, por lo tanto, de enhorabuena-, es dirigir y coreografiar Traviata-Un ballet, la pieza que hoy llega hasta el Teatro Principal.
El buen carácter no se acaba. Con paciencia, Wherlock espera cada una de las intervenciones que, como una sombra, prolongan su inglés en forma de castellano de mano de la traductora. Y se disculpa por no manejar el idioma. Al fin y al cabo, la mitad de los bailarines del Ballett Bassel son de origen peninsular. Algunos, vascos. "Los define su gran pasión, su entrega y su preparación", explica.
También, aunque se reconoce un ser poco político, asegura que en esta compañía de sello suizo "la filosofía es que no haya jerarquías, porque lo importante es encontrar la libertad para expresarse artísticamente". Se busca, ante todo, la esencia de la danza, huyendo, como él mismo ejemplifica, de una visión de esta disciplina artística como la que se ofrece en la reciente cinta del director Darren Aronofsky, Black swan, "con bailarinas bulímicas y directores que abusan sexualmente de ellas".
El mismo ha llevado a las tablas piezas como El lago de los cisnes o Carmen, porque cree que "es importante rescatar piezas de ayer, con una tradición importante, y darles la vuelta para introducir algo actual", una suerte de contemporización que podrán comprobar quienes se acerquen a las tablas del Principal a las 20.30 horas.
De entrada, una de las novedades de esta Traviata es la paleta musical. Wherlock comparte con los periodistas la pregunta más común de todos quienes se acercan a vivir el espectáculo. "¿Por qué no utilizar la música de Verdi?". En lugar de ello, Poulenc, Shostakovich, Satie, Massenet, Saint-Saëns, Gounod y Ravel alimentan el repertorio, en busca de emociones. Un golpe a la ortodoxia, ya que Verdi es canon habitual en una pieza basada en La dama de las camelias de Dumas.
María Callas, Sarah Bernard, Greta Garbo o Isabelle Huppert ya han interpretado a esta heroína en opera y cine, tratando de reflejar a una mujer que, "por un lado es portadora de mucha fuerza, pero tiene también muchos puntos débiles y es muy manipulable por los hombres", apuntilla Richard. Y sigue sonriendo. Si su simpatía tiene reflejo en escena, la Traviata dará hoy mucho que hablar.