Hay películas que se venden mal. No por su culpa, sino por la imposibilidad de aclarar su naturaleza en un panorama informativo que privilegia la publicidad sobre la crítica. Lo indiscutible es que una película que se titula A casa por Navidad y que se estrena en estas fechas de sobrecarga de cine navideño e infantil, parece una provocación para el error. Error doble porque a quienes va destinada esta propuesta fílmica probablemente la rechacen creyendo que lo suyo es el mazapán, y porque quienes accedan a verla por eso mismo se sentirán defraudados al comprender que este mazapán es de alta densidad y de inquietante dulzura.
Ayudaría haber visto las películas precedentes del sueco Bent Hamer, un cineasta periférico que juega al despiste. En su cine conviven homenajes al hacer de Kaurismaki, Story Kitchen, con ensayos biográficos que juguetean con la delgada línea que separa el personaje del escritor como fue el caso de Factotum. Con esos precedentes como referencia, el contenido de A casa por Navidad se adecua a ese perfil escurridizo y algo camaleónico que caracteriza a Hamer.
En principio, A casa por Navidad se adentra en ese tiempo festivo cargado de tradiciones y gestos benignos para, desde el distanciamiento, plantear que lo que separa la felicidad de la tragedia, a menudo depende de actos leves, insignificantes en su concreción, decisivos en sus consecuencias. Articulada como una película de historias cortas, Hamer retrata una parte de la Europa actual, un territorio en el que todavía perviven las huellas humeantes de la guerra, una Europa en la que no todos celebran la Navidad y en la que, a menudo, tras un traje de Santa Claus se esconde no una bolsa de regalos sino una soledad infinita. Premiada en San Sebastián en una decisión que cogió por sorpresa a la mayoría de los especialistas, A casa por Navidad encalla en un problema inherente en este tipo de propuestas de relatos cortos. Resulta inevitable percibir que unos son mucho más interesantes que los otros. Y lo que es más grave, el que cierra el filme, una metáfora belenística hiperbólica y forzada, resulta ser demasiado complaciente con lo que a priori denuncia.
Dirección: Bent Hamer. Intérpretes: Arianit Berisha, Sany Lesmeister, Nadja Soukup, Nina Zanjani, Igor Necemer, Trond Fausa Aurvag y Fridtjov Saheim. Nacionalidad: Noruega, Suecia y Alemania. 2010. Duración: 85 minutos.