Vitoria. A fuerza de inercia, el ciudadano tiende a borrar su entorno. Al menos, a no apreciarlo de la misma forma en la que aprecia el paisaje cuando se convierte en visitante, turista o viajero. La escultura pública es una de las víctimas de esa progresiva lente de la difuminadora rutina, que -a lo Magialdia- hace desaparecer de su radar visual y simbólico a las decenas de piezas que pueblan la capital alavesa, esas sobre las que el ente municipal acaba de lanzar un plan de conservación, mantenimiento, rehabilitación y sensibilización, haciendo hincapié en este último campo.
No se trata de un as en la manga. El citado plan parte con tanto peso como alguna de estas piezas -la mitad de ellas esculturas honoríficas, la mitad de corte contemporáneo- que se diseminan por los más diversos rincones de Gasteiz. Es lo que afirman los datos, que hablan de una inversión de 215.000 euros a lo largo de seis años, 37.000 de ellos durante el inminente año 2011.
La inyección viene a muscular unas labores de rehabilitación, mantenimiento y conservación que ya se desarrollaban desde el Ayuntamiento con un ritmo mucho menos intenso. Y añade a este impulso un refuerzo paralelo que entronca con uno de los campos más importantes de cualquier gobierno. La sensibilización, parte primordial de la educación.
Tras un "complejo y completo estudio" de las 75 piezas que conforman el patrimonio escultórico público municipal, el diagnóstico físico ha dado sus frutos objetivos, habitualmente relacionados con la necesidad -en un tercio de las obras- de intervenciones y limpiezas. Pero, sobre todo, ha hecho percatarse a los responsables municipales de que "no sólo se trata de mantener estas piezas en buenas condiciones; no podemos perder de vista que forman parte del patrimonio cultural de los vitorianos", apuntó la concejala de Cultura, Maite Berrocal.
Si uno se pone pragmático -o pelín neoliberal- puede echar mano del montante económico que supone este patrimonio al aire libre. Nada menos que 11 millones de euros. Toca a 45 euros por vitoriano. Pero, a la hora de sensibilizar, ese dinero no va a ser lo que lance al ciudadano a defender o a enorgullecerse de esas piezas que apenas forman parte de su devenir diario, que pasan a su lado sin apenas llamar su atención, salvo guiño del destino, particular predilección o llamada de atención ajena.
Lo que conseguirá que cada vitoriano reinterprete y ponga de nuevo en valor este patrimonio será, en opinión de los responsables municipales -el plan es fruto del acuerdo presupuestario PSE-PNV- la sensación de pertenencia, más allá de la de posesión. "Si lo hacemos nuestro, si todo vitoriano siente que es suyo, seguro que no lo hace".
¿No hace qué? La concejala jeltzale Joane Zamarbide se refiere al principal enemigo de la escultura pública. No es la lluvia. Ni la filoxera. Se trata del sabotaje, del ataque o de la intervención no permitida, como quiera mirarse, que llega año tras año en forma de destrozos, pintadas o adhesivos. Lo más flagrante de esta realidad, apunta Enrike Ruiz de Gordoa, asesor de Cultura de la alcaldía y coordinador del proyecto, es que "a menudo es el mismo descerebrado el que coloca su firma en veintitrés -por poner un número- piezas de la ciudad", desvirtuando el trabajo de los artistas, en buena parte locales.
Porque, como recuerda Ruiz de Gordoa, "colocar una simple pegatina hace que una brigada tenga que desplazarse" hasta la escultura para eliminarla sin perjuicio para ésta, un empeño que ha costado durante este año, por poner un ejemplo, 6.510 euros.
sensibilizar A menudo, el ciudadano desconoce o no es consciente de este patrimonio escultórico, que consta de 75 obras de titularidad municipal. Por ello, la sensibilización es pieza clave de este nuevo plan. Entre los apartados destinados a este objetivo, se encuentran la organización de cursos y circuitos culturales, la edición de folletos, monográficos y libros centrados en este campo o la elaboración de un sitio específico en la web municipal, previsto para el año 2012.
Todo ello con la intención de redefinir la función, la realidad de unas piezas que "no sólo ejercen como elemento ornamental, sino como espacio para la reflexión, para conocer las tendencias", reflexiona Ruiz de Gordoa, que sitúa también la digitalización progresiva de este parque escultórico como una de las prioridades del plan, tanto para su conservación como para su posible reposición en forma de réplica -siempre con permiso de los autores- en caso de daño extremo u otra necesidad. El caso de la figura de la Virgen Blanca que descansa actualmente en la hornacina es un buen ejemplo de la calidad clónica.
Si la fotografía es -literalmente- el arte de escribir con luz, tampoco la escultura es ajena a la importante influencia que la iluminación ofrece a sus volúmenes. Precisamente este campo, en su vertiente más disuasiva, es otro de los puntos de atención que han derivado del estudio del patrimonio escultórico. Quien pretende intervenir en las obras de arte al aire libre, como quien ataca al mobiliario público, gusta de protegerse en las sombras para sus escaramuzas. Así que, "huyendo del elemento teatralizador" y poniendo el foco "no en las piezas, sino en su entorno", el Ayuntamiento se propone iluminar algunas de las obras estudiadas como método disuasivo, proceso en el que está previsto invertir más de 40.000 euros a lo largo de los seis años de desarrollo del plan.
Algo menos de la mitad de ese dinero irá a para a la protección de diversas piezas para evitar su deterioro, punto en el que el personal municipal será formado por el curtido Servicio de Restauración foral, encargado de las restauraciones de todas estas piezas, salvo de las que requieren contratas externas.
El plan también prevé un importante gasto en la identificación de las obras por medio de placas estandarizadas, que se llevará más de 15.000 euros, o el traslado de algunas de ellas, que supondrá hasta 10.000. Restauración y limpieza completan el montante final de 215.000 euros.
¿Servirá esta inversión para concienciar a los vitorianos de la existencia de este patrimonio? ¿Para evitar que se siga atacando esporádicamente a estas piezas? La educación es una labor a la que no se pueden exigir plazos demasiado cortos y, reconoce Maite Berrocal, "alguien capaz de hacer daño va a hacerlo siempre". Pero también, pese a todo, siempre se debe confiar en que puede suceder lo contrario.
Conscientes de esta realidad y, aunque todas estas piezas han nacido para una vida al aire libre, el Ayuntamiento se plantea la posibilidad indoor para algunas de ellas, como Itsas haize (Josetxu Agirre), utilizada habitualmente "como escala" en la plaza Santa Bárbara. "Es lo último que habría que hacer con ellas", reconoce Ruiz de Gordoa, pero en caso de volver a sufrir daños algunas piezas ubicadas en espacios marcados, como en las traseras del Conservatorio de Música Jesús Guridi o en la zona de Obispo Ballester, "se establece que pasen a un espacio cerrado".
Un plan "interdepartamental" para una colección "digna, plural y diversificada". Ya son varios los intentos de volver a mirar a la escultura pública en Vitoria. Veremos si es el último o si vuelve a triunfar la erosiva desidia de la inercia.