Donostia. Cuando el director Daoud Aoulad-Syad terminó de filmar Esperando a Pasolini, los vecinos de Zagora, un pueblito desértico al sur de Marruecos, derribaron todos los decorados salvo el de la falsa mezquita, ubicada en los terrenos de un agricultor que intentó demolerla para recuperar su tierra y seguir cultivándola. Esa anécdota genial (y real) sirvió a Aoulad-Syad como punto de partida de La mezquita, el sencillo pero emocionante largometraje que presentó ayer en la Sección Oficial y en la que él mismo trabaja como actor junto a muchos de los habitantes del pueblo. Uno de los pocos intérpretes profesionales de la cinta es Abdelhadi Touhrach. Él es quien encarna al entrañable protagonista que debe lidiar con las autoridades del pueblo y con el (también) falso imam de la mezquita, entre otros personajes.

El director contempla su trabajo como una especie de "documental de ficción" que aborda con un tono "neutro" un problema de tipo religioso. "Pero lo hacemos sin provocar, pueden verla creyentes y no creyentes y cada uno se forma su opinión", aseguró. Sin embargo, confesó que le costó tres meses convencer a los vecinos para rodar en Zagora. "Me costaba escribir los diálogos, les dejaba bastante libertad y surgían problemas porque ellos no podían criticar la mezquita, que es la casa de Dios. Muchos del equipo incluso la utilizaban para rezar. Habría sido un problema destruirla de verdad", añadió. De hecho, la mezquita de cartón piedra continúa levantada en Zagora hoy en día, y el propietario del terreno donde se asienta se ha resignado a que allí permanezca, sobre todo porque la visita de turistas al lugar le ha permitido llevar una vida más próspera. El realizador habló también de la censura y, ante la mirada incrédula de la prensa, dijo que en Marruecos hay libertad para contar todo tipo de historias.