Si en la costa es época de estropadak, en Gasteiz hay un deporte que cuenta ya con dos años de tradición. Avezadas estrellas de la pequeña pantalla se colocan en sus marcas, exhalando el espíritu del Caminante, y recorren los cincuenta metros vallas. Las marcas rondan el cuarto de hora. Se recomiendan tapones.

Las scream queens estaban dispuestas desde la mañana. En la mochila no faltaban los tres pilares básicos. Véase: cámara digital, bolígrafo y papel. Las más creativas incluían cartulina con collage, corazones y el nombre del actor preferido. El internado se adelantaba al estreno de su temporada en Vitoria. La exclusiva merecía la gesta.

21.00 horas. Enésima ola de gritos. Esta vez son de verdad. Han llegado. Los semáforos de la taquilla del cine están en verde. Comienza la carrera. Pero nadie corre. Raúl Fernández abre comitiva. La pasión se desata en sonrisas de bracket. Voluntarios y policías se afanan como contrafuertes de las vallas.

Joseba Fiestras pasea y resopla. Señal de que viene lo peor. Y lo mejor, claro, porque no hay más que alegría -desbordada, eso sí- por todas partes. Daniel Retuerta la desata. Los bancos son atalayas, Las verjas de los comercios, minaretes. Gritos y más gritos. Flashes hacia los ídolos, flashes hacia el público. Flashes por todas partes.

Las instantáneas se tiran a una mano. Los actores son expertos en autorretratrarse. Y, cuando se acercan a la valla, el público se convierte en un monstruo de diez cabezas y un sólo cuello. Todos quieren salir en el encuadre, y en cuanto el ídolo pasa ya no lo recuerdan. Sólo observan la pantalla de la cámara.

Marta Torné, taconazo de vértigo, es la siguiente. Va perdiendo maquillaje con los metros, a base de besos. Tiene para todos, reparte los que olvida Elena Furiase, que pasa como una exhalación. Pero, aquí, el que más corre no gana. Es a la inversa. Carrera de fondo.

Por eso Yon González, vecino de Bergara, se alza con la trainera de bronce. "¡Qué guapo eres, qué culo tienes, cómo te mueves!", es la canción que acompaña su paseo. El sombrero es su icono. Y el decibelio marca su condición de protagonista clave en la trama de la serie.

Blanca Suárez es todo elegancia. Llega a la par que Martín Rivas y se reparten los lados de valla. Martín escribe más rápido que su padre, Manuel. Fotografía a ritmo de Reuters. Es sin duda el plusmarquista de la prueba y cierra el camino hacia las entrevistas y el photocall.

Una txiki ha tenido una extraña suerte. Aplastada al principio contra la valla, el equipo del FesTVal la ha rescatado. Ha pasado al otro lado de la alfombra, ha saboreado unas breves palabras de Martín, ha vivido la zona VIP por unos instantes, más allá del tumulto y la apretura.

En el cine, comienza la última temporada de la serie, que llega el lunes a las pantallas. Cuatro años entre pasadizos y misterios que han derivado en la alfombra de Gasteiz, en cientos de autógrafos, en miles de fotografías. En otro récord de los cincuenta metros vallas.