Cada día la gastronomía está ocupando un mayor espacio en los medios. Los platos son ahora creaciones y los chefs estrellas mediáticas de un sector que se codea, en tiempos modernos, con la alta sociedad. Podría decirse que el mundo de la hostelería vive una época dorada, de cine. Una relación que, en el sentido contrario, pervive desde hace décadas.

No obstante este reciente auge del oficio de los fogones sí que ha generado diversas empresas relacionadas con el séptimo arte. De hecho, Laguardia albergó en 2006 y 2007 las dos primeras ediciones del extinto Cinegourland, un festival dedicado a partes iguales al ámbito culinario y el cinematográfico que, en 2008, tuvo que abandonar tierra de viñedos para sobrevivir junto a la mar de la distinguida Getxo en lo que sería su canto del cisne. El estado mejicano de Oaxaca tierra de origen del cacao alberga, a partir de este 2010, un evento que fusiona, también, ambos placeres: el Huatulco Film and Food Festival (HFyFF), donde las proyecciones se combinarán con talleres de cocina e incluso la preparación de recetas inspiradas en los visionados y en algunos de sus ilustres invitados. Pero quizás la referencia en este tipo de eventos se encuentre en Bolonia. Show Food on film es el más veterano de los eventos mencionados con sólo cuatro ediciones en su haber. La cuna del movimiento que aboga por las buenas maneras culinarias creó en 2006 este festival que premia a los mejores cortos, documentales, representación gastronómica y series de televisión.

Secciones menores, aunque de sumo interés, las que trabajan la mayoría de ellos, a la espera de ver cómo se desarrolla el evento mejicano. Aunque el mundo del celuloide, incluido el propio Hollywood, ha desviado su mirada en más de una ocasión hacia la mesa contigua. Si nos remontamos a los albores del séptimo arte es impensable omitir la escena de La quimera de oro, de Chaplin, en la que Charlotte degustaba, ufano, una bota hervida. Metáfora recurrida hasta la saciedad. Pero no siempre se ha abordado el ámbito culinario por este recurso lingüístico. Hay quién considera el cine gastronómico un subgénero. Lejos de estos postulados, la idea imperante concede a esta fusión un humilde nicho entre las bobinas que se proyectan en las salas comerciales.

Probablemente cualquiera aluda a la maravillosa Entre copas, con el descacharrante Thomas Haden Church guiando al afligido Paul Giamatti por la senda del hedonismo, simbolizado a través de los maravillosos viñedos californianos. O a la más reciente Ratatouille, la deliciosa cinta de la factoría Pixar absorvida ya por la mastodóntica Disneyque entrona a una rata en el, a menudo, espinoso mundo de los fogones. Pero este binomio tiene más de una interesante referencia en el pasado para, como la propia comida, todos los gustos. Delicatessen nos descubrió al incomparable creador de universos propios Jean-Pierre Junot (Amelie, Largo domingo de noviazgo) en una cinta donde un peculiar carnicero gobierna el oscuro edificio en el que se desarrolla la acción. Chocolat relataba los miedos de los habitantes de un pueblo francés ante el nuevo producto que despertaba los instintos más lascivos. Propuestas rectas que nada tienen que ver con la irreverencia que se mostraba en la saga de los Tomates asesinos, en cuya segunda entrega podemos ver a un jovencísimo George Clooney. Como agua para chocolate, El festín de Babette, Tomates verdes fritos o Fast food nation son sólo algunas de las referencias que han contribuido a este matrimonio, por lo que parece, con un futuro alentador.