barcelona. El escritor John Irving, que presentó ayer en Barcelona su duodécima novela, La última noche en Twisted River, destaca que los elementos autobiográficos no son importantes en sus obras y aclara que ninguno de los personajes que aparecen en este título habla por boca suya. El estadounidense narra en este extenso relato, que abarca de 1954 a 2005, la persecución a la que se ven sometidos un padre y su hijo de doce años por un alguacil, tras la muerte accidental de la novia de éste, por diferentes localidades de EEUU y Canadá, con el trasfondo de hechos históricos como la Guerra de Vietnam o el atentado a las Torres Gemelas. Se trata de una historia que ha tenido en su cabeza durante más de 20 años, que tenía claro que debía "empezar con un accidente violento y con un padre cocinero y su hijo de doce años de protagonistas", pero reconoce que se le resistía la última frase y ya se sabe que él sólo empieza a escribir una novela cuando está "absolutamente seguro" de cómo finalizará ésta.

Rechaza, por otra parte, que se trate de una novela política como podrían serlo Oración por Owen o Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra, donde las opiniones de sus principales personajes eran las mismas que tenía él sobre Ronald Reagan o sobre el aborto. En La última noche de Twisted River, en cambio, el niño de 12 años que acabará convirtiéndose en un escritor famoso, según asevera Irving, "es demasiado ingenuo políticamente", mientras que el autor segura que él es "mucho más político". Y otro de los personajes puntales, el viejo leñador Ketchum, "es un libertario radical, muy parecido a muchos en EEUU que odian cualquier tipo de autoridad y que es capaz de no tener ningún aprecio por George Bush, pero que también es lo suficientemente loco para odiar a (Barack) Obama".

a por la 13ª obra Marcado por escritores como Dickens, Hardy o Melville y sintiendo poco aprecio por Hemingway, Irving ya está a la mitad de su 13ª historia, titulada In one person, una frase que aparece en la obra de su admirado Shakespeare Ricardo II, donde el rey dice: "Así juego yo. En una persona, muchas personas y ninguna satisfecha".