¿hay alguien que no haya visto alguna vez Los Simpson? Difícil. Porque la simplicidad gráfica de los Simpson y la complejidad de su narrativa funcionan como un imán. Constatando que hoy en día, en un mundo híper tecnológico, repleto de productos culturales que emanan efectos digitales cual fuegos de artificio, lo que finalmente se valora es el contenido, la sustancia, de lo que se nos cuenta. Es decir: las ideas siempre estarán por encima de la técnica. Nadie duda de que Los Simpoms es una serie pergeñada con suma inteligencia, fruto del trabajo colectivo de un grupo de guionistas. Grupo que consigue insuflar a ese producto cultural grandes dosis de humor y de humanidad, mostrándose, además, sumamente críticos con las instituciones y los medios de comunicación: presentando a la policía como una institución corrupta e ineficiente, señalando el bajo nivel de educación en Estados Unidos, mostrando a la televisión como elemento enajenante... En esta serie nadie se salva.
Homer, el cabeza de familia de la estirpe Simpson, es el típico adulto barrigudo y gordinflón que quiere obtener todo en su vida mediante la ley del mínimo esfuerzo. Es conformista, se deja llevar por sus impulsos, y no tiene objetivos trazados en la vida, excepto los que le proporcionan placer inmediato. La mayoría de su tiempo libre se lo pasa viendo el televisor, tirado en el sillón, mientras bebe cervezas y devora comida basura. Su segundo pasatiempo es irse a su bar favorito para continuar bebiendo cerveza. Y hablo de Homer porque el otro día leía que la revista Entertaiment Weekly -previa encuesta entre sus lectores- había elegido a Homer Jay Simpson como el mejor personaje que nos ha dado el cine y la televisión en estos últimos 20 años. Y por una vez en mi vida coincidieron mis gustos con alguna encuesta popular. Porque siempre he considerado que Los Simpson no deja de ser un formidable documento en clave de caricatura de nuestra sociedad actual. Un producto multitudinario pero sorpresivamente cargado con grandes pinceladas -más bien brochazos- de crítica, cinismo e ironía utilizados para retratar fielmente a la familia de clase media americana. Así que a un servidor no le extraña que a lo largo de su vida en pantalla, el padre de la familia Simpson -que no deja de ser un mero dibujo animado- haya sido tratado como un magnífico producto de la creación humana. Y así, en 2007, el diario USA Today lo eligió como uno de los 25 personajes más influyentes de los últimos 25 años. Y también hace años el director del Centro para el Estudio de la Televisión Popular de la Universidad de Syracuse afirmó que de aquí a tres siglos se mostrará a Homer como ejemplo de una de las mayores creaciones en la narrativa humana. En fin, eso es mucho aventurar. Pero soy de la opinión de que si en un futuro se eligieran media docena de obras de arte, ya sean literarias, cinematográficas o plásticas, Los Simpson sería una de las elegidas.