Todo comienza bajo el nevado manto de la Navidad. O sea en ese tiempo siempre igual a sí mismo en el que el paso de los años apenas modifica su apariencia. Luego, a lo largo de la película, una y otra vez se regresa a esa iconografía tradicional hecha de nöeles de carcajada siniestra, árboles de un millón de watios y reencuentros preñados de melancolía. Estamos ante un extraño filme firmado por un cineasta alemán, Robert Schwentke, (Plan de vuelo: Desaparecida) en cuyas manos se deja un relato anclado en una inquietante paradoja. Sólo en Hollywood resulta posible encontrar productores para un argumento tan excéntrico, tan disparatado. Y sólo en Hollywood es posible llevarlo a la práctica con tanta devoción sentimental, con tanto fervor por el disparate.

Saber que el guionista de esta adaptación, Joel Rubin, firmó en su día Ghost, más que un indicio es una declaración sobre su genética. Aquí como allí, lo que se retuerce es la superación de la muerte a través del amor. Dicho de otro modo: la (im)posibilidad de que haya vida más allá del último suspiro. Romántica obsesión que compra ropa de ciencia ficción para disfrazar de originalidad un melodrama romántico clavado a lo convencional.

Saltar a través del tiempo para reencontrarse consigo mismo labra una paradoja temporal muy del gusto de Borges, muy apreciada por Cortázar. Con ella, el Star Trek de J. J. Abrams renacía. Por ella, Más allá del tiempo se mantiene erguida encima de una estructura endeble, caprichosa y hueca. El relativo interés que despiertan los vaivenes temporales de su protagonista, un vagabundo del tiempo zarandeado por el stress y a merced de una inexplicada voluntad caprichosa, hace casi imposible dar continuidad emocional a un relato que precisamente apela en todo momento a la descarga afectiva, al exceso y al romance. Si no se derrumba este estrafalario argumento es por tres cuestiones. La brillantez con la que Schwentke resuelve algunas secuencias que incluso hacen olvidar el peregrino argumento. Una notable fotografía que abunda en lo onírico, en lo siniestro y en lo imprevisible. Y el reparto actoral con especial mención para Rachel McAdams, a la sazón sufrida víctima condenada a una viudedad interruptus de doloroso renacer.

Dirección: Robert Schwentke. Guión: Bruce Joel Rubin; basado en la novela de Audrey Niffenegger. Intérpretes: Rachel McAdams, Eric Bana, Arliss Howard, Ron Livingston, Stephen Tobolowsky y Jane McLean. Nacionalidad: EE.UU. 2009. Duración: 107 minutos.