Vitoria. El pasado 15 de noviembre se cumplieron 40 años del fallecimiento de Ignacio Aldecoa, sin duda una de las mejores y más recomendables firmas que ha dado Vitoria a lo largo de toda su historia. Un momento que pasó casi desapercibido, más allá de un humilde aunque sentido recital organizado por aquellas fechas. Pero una figura como la suya se merecía algo más. Bueno, bastante más.

Esta situación se está corrigiendo en parte de la mano de tres jornadas especiales a celebrar tanto en Madrid como en la ciudad natal del autor que arrancaron ayer en la sede de la Biblioteca Nacional, una de las instituciones impulsoras de este recuerdo junto a la Universidad Autónoma de la capital estatal y la Saint Louis University, (también ubicada allí). Cuarenta años sin el escritor, sesenta con sus historias es el paraguas bajo el que se esconden estas citas y una larga lista de escritores y expertos universitarios invitados para la ocasión.

El punto y final del programa preparado a medio camino entre la ciudad que le vio nacer y aquella que lo observó morir se producirá el próximo día 21 en la Casa de Cultura ubicada en el parque de la Florida, la misma que lleva el nombre del conocido autor y frente a cuya entrada se ubica la estatua en su honor.

Allí, a las 17.30 horas, comenzará una cita dividida en dos partes. La primera la protagonizarán María Ángeles Encinar ( Saint Louis University), Mari José Olaziregi (Universidad del País Vasco) y José Ramón González (Universidad de Valladolid). Tras su charla sobre la relación que el escritor mantuvo con la crítica de su tiempo, a las 19.00 horas será el turno de comentar la huella que el autor ha dejado en sus colegas de la actualidad, un encuentro protagonizado por las firmas de Iban Zaldua, Manuel Longares y Luisa Etxenike, y que estará moderado por Carmen Valcárcel (Universidad Autónoma).

Será la última parada de unas jornadas que tuvieron ayer por la tarde su primera sesión en Madrid. Fue en la Biblioteca Nacional, en un salón de actos que repitió las mismas temáticas que se tratarán en la capital alavesa pero con distintos nombres. Así las cosas, el turno para los autores de hoy que quisieron hablar sobre el peso del creador gasteiztarra fueron Luis Mateo Díez, José María Merino, Julia Otxoa y Fernando Aramburu.

También en la capital estatal se producirá el día 15 la segunda de las citas previstas. En este caso, las actividades se dividirán entre los dos espacios universitarios que impulsan la iniciativa con la presencia de las escritoras Irene Jiménez y María Eugenia Salaverri.

En la memoria De todas formas, todo parece poco para seguir manteniendo viva la figura y la trayectoria de un hombre que sigue escribiendo hoy con letras de oro su nombre dentro de la historia reciente de la literatura estatal.

Empezó como poeta, aunque el empeño no le duró demasiado. Murió antes de tiempo por causa de una úlcera sangrante que no supo cuidar. Pero en su corto caminar por la senda de lo escrito dejó para la posteridad una veintena de publicaciones en las que hubo novelas pero sobre todo relatos, un género en que el se mostró siempre como un maestro.

Hijo de familia vitoriana burguesa (nacido el 24 de julio de 1925), Ignacio Aldecoa estudió bachillerato en Marianistas, y a los 17 años marchó a estudiar Filosofía y Letras a la Universidad de Salamanca, donde destacó por su falta de aplicación, sus frecuentes ausencias y su vida de tuno. Continuó sus estudios en Madrid, viviendo cerca del Café Gijón, donde entró en contacto con Rafael Sánchez Ferlosio y Alfonso Sastre, entre otros. También allí conoció a la pedagoga y escritora Josefina Rodríguez, la que se convertiría en su esposa (1952), tomando su apellido.

Su primera novela, titulada El fulgor y la sangre, se publicó en 1954 y fue finalista del Premio Planeta. Fue uno de los reconocimientos que recibió en vida, aunque no el único (cabe destacar el Premio de la Crítica conseguido por Gran Sol).

Su culmen, además de la citada El fulgor y la sangre y sus 79 relatos (reunidos en Cuentos completos), fue quizás Con el viento solano, novela que retrata la huida de un hombre que acaba de cometer un asesinato. Mario Camus llevó al cine esta narración. Y no fue su única adaptación. Su relato Young Sánchez inspiró un largo del mismo realizador.