Pekín. Es imposible no quedarse pegado a la butaca. En el subconsciente el cine chino sigue evocando acrobáticas piruetas que acaban en patadas y golpes de espada, o historias intimistas que rozan el nihilismo y se desarrollan a ritmo soporífero. Por eso no es fácil enfrentarse a Ciudad de vida y muerte, una producción honesta, arriesgada y brutal, que explora uno de los episodios más violentos y controvertidos de la Segunda Guerra Mundial: la matanza de Nanjing, una ciudad en la que el ejército nipón masacró a más de 300.000 personas y violó a miles de mujeres.
Aún hoy las heridas no han cicatrizado y siguen escociendo en las relaciones entre las dos grandes potencias asiáticas. Este descarnado largometraje, cuya similitud con La lista de Schindler no es pura coincidencia, ha puesto el dedo en la llaga y ha provocado un inusual debate en China. De ello es responsable el soldado japonés Kadokawa, un personaje de la película que se rebela contra las atrocidades que cometen sus compañeros, y que le ha causado muchos dolores de cabeza al director del filme, Lu Chuan, quien recibió incluso amenazas de muerte y fue tildado de "traidor".
"Siempre hemos visto a los soldados japoneses como animales. Y aunque muchos se comportaron como tales, y así aparecen retratados en la película, no podemos olvidar que son seres humanos y que hubo quienes no comulgaron con los crímenes de guerra que se cometieron", comenta el cineasta que con éste su tercer largometraje se confirma como uno de los principales valores del cine chino. Su discurso, en perfecto inglés, es fluido y contundente. No caben las medias tintas. "Quería retratar la verdad de lo que sucedió, no sólo la versión oficial china".
Pero, ¿existe una verdad?
Claro que existe. Siempre hay una verdad. El problema es que no gusta y se manipula. Como cineasta, mi objetivo es acercarme todo lo posible a esa verdad, pero en China eso no es nada fácil. Desde que somos muy jóvenes recibimos una educación histórica sesgada y los libros de texto reflejan sólo lo que al Gobierno le interesa. Por eso, realizar una película histórica en este país es un reto mayor, porque hay que luchar contra la imagen preconcebida de uno mismo. Es necesario viajar mucho al exterior y, en el caso de Ciudad de vida y muerte tuve que entrevistarme con soldados japoneses y chinos para recibir la información de primera mano. Ni siquiera así puedo decir que todo lo que se ve en mi película sea la verdad.
La masacre de Nanjing es relativamente poco conocida en Occidente, y al Gobierno chino le debería interesar que se divulgase lo sucedido. Aun así, su película ha provocado un gran rechazo en su país. ¿No está el público chino preparado para aceptar la verdad?
Me han llamado de todo, pero creo que las críticas negativas parten de un pequeño porcentaje de la población. De hecho, hasta que fue retirada, la película funcionó muy bien en la taquilla y no he recibido ninguna queja ni rectificación del mundo académico. Creo que el público en general sí está preparado para entender la película, el problema es que nuestro corazón todavía está herido.
¿Y cómo puede curarse?
En primer lugar, tenemos que convencernos de que la masacre de Nanjing es sólo una de miles, no la peor de la Historia, y que nosotros también hemos infligido mucho dolor en otros países. Pero, sobre todo, tenemos que entender que, como pueblo, en una situación similar a la que se enfrentaron los soldados japoneses, quizá nosotros no nos comportáramos mejor.
Usted ha sido formado en una universidad militar y ha servido en el ejército chino. Sabe que los soldados sólo cumplen órdenes. Desde ese punto de vista, ¿comprende el comportamiento de los militares japoneses?
Una cosa es cumplir órdenes y otra muy diferente disfrutar matando como lo hacían ellos. Violar y asesinar de la forma más vil se convirtió en una droga para esos hombres. Compré algunos de los diarios de los soldados japoneses y creo que en esos textos queda muy claro cómo la locura fue apoderándose de ellos. Al principio estaban nerviosos, se sentían en inferioridad, pero según creció su fuerza se acostumbraron a las matanzas. Daba igual si eran niños y les cortaban la cabeza, a la noche seguían celebrando cada día. Creo que la película transmite ese sinsentido que es común a casi todas las guerras.
Su película abre la puerta del cine histórico sin complejos en China, un género en el que Europa y Estados Unidos tienen una larga tradición. ¿Comenzará China a dar un tratamiento similar a la Historia?
No lo creo. La censura, que parece sacada de la factoría Disney, no permitirá que incidamos en los episodios más negros. Queremos películas felices, con finales agradables. Hay pocos directores en China que tengan el coraje suficiente para enfrentarse a la verdad, aunque creo que Ciudad de vida y muerte marca un punto de inflexión.
Se considera un director independiente, pero reconoce que la película no está en sus manos. Cree que el público está preparado, pero no que el cine chino vaya a ser más abierto. Parece todo muy contradictorio.
Es China, y es complicado. Aquí, quien quiere hacer algo especial tiene que negociar con las autoridades. La censura es, sin duda, la principal barrera. Muchas veces la tomamos como el símbolo del Gobierno y del Partido Comunista, pero eso es erróneo. La censura está formada por individuos de todos los estratos de la sociedad. Por eso, tuve que pasar mucho tiempo convenciendo a personas para que no mutilaran la historia. Como vieron que era un buen filme, se mostraron más generosos y me dieron el OK para estrenarla en China. Sin embargo, cuando se encendió el debate les entró el miedo y decidieron retirarla.
Tampoco puede decidir a qué festivales se presenta con su trabajo, a pesar de la gran acogida que ha tenido fuera de su país. Incluso llegó a ganar la Concha de Oro en Donostia.
Es cierto. Ese festival ha sido muy importante para mí, pero ahora la película se ha convertido en patrimonio de China, y no tengo ni voz ni voto. Y en este país hay que tomar partido. Si amas a China tienes que odiar a Japón, por ejemplo. Es un mundo en blanco y negro, pero mi película es gris. Por eso, en un caso concreto, como el festival había admitido una película sobre el Dalai Lama, el Gobierno no nos permitió llevar la nuestra.
¿Cree que toda la polémica es un buen reclamo comercial en el extranjero?
Sin duda. Y espero que sirva para que el mundo entienda cuál ha sido el sufrimiento del pueblo chino. También me gustaría que se tomara ejemplo y que lleve a los gobiernos a replantearse su estrategia y a preguntarse si podemos permitir que este tipo de masacres se repitan.
Curiosamente, en China muchos le consideran un traidor, mientras que en algún festival extranjero le han tachado de propagandista. ¿Cómo se siente al recibir estas críticas?
Yo no puedo elegir la respuesta de cada espectador ante la película. Sólo puedo tratar de evitar que estos mensajes contradictorios me influyan demasiado en el futuro: las críticas del Gobierno, el recelo de Japón, las acusaciones de propaganda de Occidente... Creo que en el futuro la película se podrá juzgar con más objetividad, porque para mí es el fruto de mi corazón, un trabajo independiente y honesto, el fruto de cuatro años de investigación concienzuda.
Como cualquier cineasta, necesita dinero para hacer películas. Sus palabras son duras y al gobierno chino pueden no gustarle. ¿No teme que le impidan acceder a los recursos necesarios para seguir contando historias?
Una vez más, cuando usted menciona el Gobierno se está refiriendo a una idea abstracta. Para mí, sin embargo, el Gobierno tiene rostro. Es un líder concreto. Porque China no es un Estado de Derecho gobernado con la ley, sino un país dirigido por ciertas personas con nombres y apellidos. Por eso yo nunca pienso en el Gobierno, sino en el tipo concreto al que tengo que convencer. Generalmente son dos o tres las personas que darán el visto bueno al proyecto.
¿A quién no consiguió convencer para ser seleccionado como representante de China en los Oscar de Hollywood?
No lo sé. En un principio todo apuntaba a que seríamos seleccionados, pero la polémica terminó haciendo mella. Es muy fácil comprender por qué no eligieron Ciudad de vida y muerte cuando tocó tomar la decisión. No querían provocar al público y prefirieron apostar por una película segura.
Muchos le llaman ya el Spielberg chino. ¿Se siente a gusto con esa etiqueta?
Spielberg es un director espléndido y no puedo negar que La lista de Schindler me ha servido de inspiración. No me importa que me llamen así ahora, pero espero que en el futuro pueda ganarme un título que no lleve el nombre de otro. Que la gente pueda reconocer mi estilo y mi valor como director de cine. Me gustaría que se me conociera como el luchador chino.