MADRID. El actor puertorriqueño Benicio del Toro asegura que la vida del actor es como el fútbol: "se falla mucho más que se mete. Sobrevivir en la profesión es cuestión de no aburrirse y también de suerte, pero sobre todo, cuando la cosa se pone fea, de no perder la cabeza".

Del Toro, ganador de un Oscar en 2000 por "Traffic" y Goya en 2008 como mejor actor por su interpretación de "El Ché", dice que en estos años de fama ha crecido, madurado y aprendido que "para ganar la guerra no hace falta ganar todas las batallas. Hay que ir con dos sacos, el de dar y el de recibir", filosofa.

Ha venido a Madrid, junto a Emily Blunt, para promocionar su nueva película, "El Hombre Lobo", un remake de la cinta de 1941 que protagonizó Lon Chaney Jr., un personaje que siempre fascinó a Del Toro, hasta el punto de que, según dice, lo lleva en su ADN.

"Son las primeras películas que conozco por el título y por el nombre, a todos los actores que participaban en ellas. Primero, los monstruos, luego los superhéroes y después, los deportistas", bromea.

La película, que se estrena el viernes, es fiel a la original, entre otras cosas, explica Del Toro, porque él -que también es uno de los productores de la cinta-, lo quiso así: "la única manera de que me interesara hacerla era retomar esa forma clásica".

"Sabíamos además que se podían mejorar cosas con la computadora, como correr a cuatro patas, porque es difícil -resopla Del Toro-, por más actor que seas".

Es un homenaje declarado al cine de monstruos y un tipo de entretenimiento que, según su protagonista, no ha cambiado: "un buen cuento es un buen cuento, no importa en qué época estemos, igual una buena película, lo que pasa es que a veces las películas se miden por cuánta plata hacen el fin de semana del estreno".

Del Toro es Lawrence Talbot, un noble un poco "shakespiriano" que "usa la venganza para romper la cadena y acabar la maldición del hombre lobo", que, cuando regresa a su hogar, descubre que su hermano está muerto y su cadáver terriblemente desfigurado.

Su padre (Anthony Hopkins), que guarda un gran secreto, le acoge con frialdad mientras la prometida de su hermano, Gwen Conliffe (Emily Blunt) le pide que busque al culpable; él no sabe que, cuando sepa la respuesta, preferirá morir.

Lanza una profunda exhalación para responder sobre la dificultad de un latino para conseguir trabajo en Hollywood: "sí, es difícil, pero para todos".

Rodar películas es cuestión de "tener un poco de talento", añade, humilde, y de "no perder la cabeza, igual si la cosa se pone muy buena. A mi me llegó 'la cosa' (el Oscar) a los treinta años , con una madurez que le enseñó que sólo funciona el tesón. "Aprendí que las películas no las hace uno solo"."

En el mismo tono, afirma que "los que mienten y roban también son hombres lobos, y, aunque no es este el sitio ni el momento de tirar a lo hondo, hay hombres lobos en todos los niveles, pero los peores son los que cometen injusticias".

Se toma su tiempo para contestar y habla despacio y relajado, aunque acompaña cada frase de gestos de sus manos y su cara. Viste totalmente de oscuro, traje gris, camisa sin corbata y botines negros.

"El hombre lobo que hay en mí sale con el sonido de los móviles y con los flashes de los paparazzi", añade con guasa cuando los periodistas le preguntan por ello.

Comparado con El Ché, dice que el Hombre Lobo es "más relajante" porque "para tomar una decisión de una escena para El Ché hay que leerse cinco libros; aquí, basta la imaginación", aunque también influye mucho el maquillaje, explica el actor, sometido a sesiones diarias de tres horas para componer al monstruo.

De Hopkins, "una leyenda", dice: "me produce respeto y admiración y yo sé lo difícil que es ser actor y mantenerse tanto tiempo haciendo un trabajo tan bueno... es que flipas", dice a la vez que abre mucho los ojos.

Dice que lo siguiente será dirigir, aunque no precisa qué tipo de historia, "las cosas se hacen, no se dicen", argumenta. "Tengo ideas, he estado trabajando con un libreto y si lo consigo, será una película buena, bonita y barata".