Siempre lo ha exclamado con guasa Woody Allen: "El matrimonio es como las libretas de ahorro: de tanto meter y sacar, se pierde el interés". Y si, al menos, convives poco tiempo, pues la cosa va tirando. Sobrevive. Se mantiene la chispa cachonda. Hasta que arriban, claro está, tiempos de pandemia y la vida te obliga a encerrarte dos meses en casa. Sin fiestas, sin saraos, sin desfiles de moda, y escuchando a todas horas el Resistiré en boca de tu marido (¡terrible!).
Es lo que les ha pasado a quienes parecían la pareja perfecta: guapos, ricos y educados. Paloma Cuevas y Enrique Ponce ya no se quieren. Es más, aseguran las cotillas malas lenguas que "lo suyo no funcionaba desde hacía meses". Un idílico matrimonio de casi 24 años de duración y dos hijas en común al que el inicio del verano ha puesto punto y final. Y con el estallido de una polémica supina.
¿El motivo? Escandaloso y sencillo. El diestro vive una nueva ilusión romántica, una "segunda ñoña juventud", según la periodista Paloma Barrientos, con la bella rubia almeriense Ana Soria, de 21 años de edad (27 menos que el torero). Todo era un jugoso rumor hasta que esta misma semana ambos publicaron en sus redes sociales la imagen que preside esta página. Cual púberes calientes en julio, abrazados, engominados y felices, también recurrieron a Instagram durante la calurosa tarde del sábado para lanzar el siguiente críptico mensaje: "Dedica tu tiempo a buscar tu propia felicidad y no trates de impedir que otros encuentren la suya". Un eslogan al más puro estilo Mr. Wonderful que muchos han interpretado como dardo directo contra la mismísima Paloma Cuevas, aún esposa legal de su novio.
Sea así o no, lo que está claro es que ni entendimos a Paloma Cuevas, ni entenderemos a Ana Soria. Enrique Ponce siempre nos ha sabido un tanto rancio, como esas tristes tardes de domingo sin churros ni cafés capuchinos.
Por cierto, otros que tampoco han sobrevivido al confinamiento son Fiona Ferrer y su ya ex bronceado novio de estos últimos años, el empresario Javier Fal-Conde. Una decisión que, sin esperar a la nueva normalidad, ambos tomaron durante la cuarentena. Pues retornando a las frases made in Woody Allen: "Algunos matrimonios acaban bien, otros duran toda la vida".