Dábale vueltas a mi cabeza en el balcón cuando, ¡cómo no!, apareció ama para, al verme bloqueado, socorrerme intentando averiguar qué rondaba por mi mente para intentar aflorarlo y así poder contar algo. Empezamos a hablar y le digo que ayer, no sé por qué, recordé el libro de un italiano titulado Leyes fundamentales de la estupidez humana, que me encantó. Ama me pregunta quién lo escribió y le digo que, aunque no se lo crea, Cipolla. Ama no se lo cree, se lo enseño y se queda tranquila aunque inquieta con el apellido.
Le resumo que el libro trata de clasificar las consecuencias de diferentes actos humanos y le añado que Cipolla, como economista, lo analiza desde la perspectiva de beneficios y perjuicios, de ganar y perder. Me pide algo de concreción y procedo a explicarle las cuatro categorías por él definidas.
Si alguien hace algo que le genera beneficios y perjudica a otro es tratado en su tesis como malvado. También están quienes al tiempo que pierden provocan ganancias para otros y, aunque nos parezcan generosos, son realmente unos incautos. Por supuesto, le digo, están los inteligentes que son quienes ganando ellos ayudan a que los otros también ganen.
Ante su mirada curiosa le cuento que existe un cuarto caso, que tristemente se prodiga demasiado y que no es otro que el de la estupidez humana, la clave de nuestro andar por este mundo. Me pregunta por ese caso y le explico que es cuando tras la acción de alguien no solo nadie se beneficia sino que todos salen perjudicados.
Y entonces le explico que lo que propone el PP de no aceptar la quita de la deuda a las CCAA de régimen común no deja de ser el colmo de la estupidez en tanto con el objetivo de no condonar la deuda a los catalanes, por mucho que fuercen sus argumentos, únicamente consiguen que las administraciones que gestionan pierdan al mantener su enorme deuda. O sea, quedarse jodidos por joder.
Ama sonríe y me dice que eso ocurre con harta frecuencia e incluso más cerca de lo que yo pudiera pensar, sentencia.