Puro desasosiego. Incertidumbre permanente. La mentira como ariete. Barullo ensordecedor. Un clima de excitación continuo. De un lado, al socaire de esos vientos trumpistas cargados de turbación amenazante para la democracia y el orden internacional y económica, que empiezan a colarse por más de una rendija política. De otro, por la desfondada expectación sobre la pena al deshonesto Rubiales y, en paralelo, por el dedo acusador contra vergonzosos manoseos sexuales de Monedero y que surgen con aroma a vendetta entre familias políticas malavenidas. En el medio, siempre la sombra alargada sobre la durabilidad del gobierno.

Tiempo de frenesí para Vox que en medio de su desgarro interno ve catapultado internacionalmente a su intocable líder ante el pasmo generalizado del sentido común sobre su valía. También la pista de aterrizaje para una convulsión endiablada donde Mazón sigue enfangado hacia su derrota final, MAR valida su despreciable condición humana, Junts aguijonea a Sánchez con una estéril cuestión de confianza y el fiscal general alarga su viacrucis, más aún tras la bofetada del Supremo. Desde luego, poco más que pasajes cotidianos tras las semanas transcurridas con el mismo guion. La cuestión medular, ahora y más tarde, radica en el desenlace de esa guerra soterrada entre Podemos y Sumar. Y en caso de duda sobre el alcance de su trascendencia, que se lo pregunten al presidente del Gobierno.

Nadie preguntó por el efecto Trump durante el pleno de control del Congreso, pero no dejó de estar presente por alusiones recurrentes. Al PP se le atraganta la amoral invasión yanqui porque Abascal se frota las manos con el viento de cara que le supone codearse con el nuevo orden. Al PSOE, en cambio, le viene caído del cielo como artilugio de descomprensión en medio de tanta angustia. En cuestiones de polarización, Sánchez pasea con destreza su máster, dentro y fuera de casa. Por eso, Feijóo prefiere acotar la guerrilla a las cuestiones domésticas. Cuanto más se hable del hachazo fiscal al SMI, del paseíllo de Ábalos hacia el Supremo o de los sudores del fiscal García Ortiz en el Senado, mucho mejor. Incluso, hasta del propio Zapatero porque las andanzas del expresidente se han colado en las diatribas del argumentario popular. La manera más directa para que se le afee su vigor lobista, el silencio hacia Maduro y la pudiente exhibición de su nuevo chalé. Pepiño Blanco le acompaña en el viaje.

el lastre del pp

En su debe, el PP sigue arrastrando el lastre de Mazón. El presidente valenciano destroza su honradez sin pudor disimulando lastimosamente sus mentiras y evita el precipicio de su dimisión con votaciones histéricas y siempre de la mano de Vox. También MAR, el maquiavélico adoctrinador de Ayuso, tropieza a sabiendas con la verdad. Lo hace instintivamente porque tira de su manual. Su probada maledicencia provoca demasiadas veces insensibilidad y dolor, pero tampoco le importa. En realidad, como dice su aguerrido guiñol, el desprecio compartido a las víctimas del covid en las residencias madrileñas apenas son “las mismas mierdas” que solo interesan a la oposición. Incluso ante semejantes bajezas morales, no parece que Óscar López le vaya a toser en las urnas. Para guerra soterrada, pregunten en la nueva izquierda. Ahí es donde se está decidiendo el signo del futuro gobierno. Representa la principal razón de que Sánchez destierre enérgicamente el adelanto electoral. Podemos solo quiere destronar a Yolanda Díaz. Sumar solo desea marchitar el pablismo.

Los llamamientos angustiosos hacia la unidad empiezan a sonar a carcajadas bajo el fundado riesgo, cada día más creciente, de que una desunión efectiva hará presidente irremediablemente a Feijóo. Además, la discordia nunca deja de alimentarse. Por ahí llega, y con fuerzas, el engorroso capítulo de los supuestos desmanes sexuales de Monedero en los tiempos del éxtasis electoral de los círculos. Cuando aún no se ha solventado el vendaval Errejón, renace otra vez la sospecha fehaciente de un ajuste de cuentas entre viejos conocidos, transformados en enemigos viscerales. Así, hasta la derrota final.

Con anterioridad deberá dilucidarse la circense cuestión de confianza que Junts plantea para humillar de nuevo a Sánchez. Una temeraria pérdida de tiempo para mayor gloria mediática del clan Puigdemont mientras siguen las auténticas asignaturas pendientes de la vivienda, la inmigración, la repercusión económica del vendaval Trumpo o los Presupuestos. El incesante vasallaje de sumisión a esos siete votos que martillean, en silencio, la paciencia del socialismo gobernante.