han publicado un interesante estudio sobre actitudes populistas relacionadas con la ciencia. La Fundación Española para la Ciencia y Tecnología ha analizado la percepción del público por el papel de la ciencia en las políticas y la sociedad, también hacia temas como las vacunas, el cambio climático o si hay una desconfianza hacia el mundo de la ciencia que tenga que ver con esta era de auge de los movimientos populistas. Es cierto que en general la gente asocia la ciencia con aspectos positivos para resolver acuciantes problemas y percibe la necesidad de que las políticas la tengan en cuenta. Pero crece la desconfianza ante una ciencia que no ha sabido ser crítica ante el uso de ciertas tecnologías: si durante decenios mafias tabacaleras, energéticas, petroquímicas, alimentarias o automovilísticas han ocultado la verdad científica y engañado conscientemente para seguir lucrándose sin corregir los daños que provocaban, no será raro que los populismos extremistas aprovechen también la ciencia (o la anticiencia, negando la investigación y apoyando realidades alternativas y opiniones ideologizadas) para colarnos su agenda liberticida.
Esta semana un entrenador de fútbol lograba su ratito de notoriedad diciendo que él era terraplanista y que le fueran a explicar que estaba equivocado. Nadie podrá convencerle porque es estúpido intentar hacerlo: desde hace 22 siglos sabemos que la tierra no es plana, y mantenerlo ahora es simplemente hacer gala de ignorancia o mala fe. Si Trump está dedicado a negar el cambio climático, la diversidad sexual o tantas otras evidencias científicas es populismo acientífico o anticientífico. Puro dogma: peligroso porque se usa para justificar el autoritarismo. La ciencia debe responder, debemos exigir que esta quema de libros no vaya adelante. l