El tiempo vuela. Seis meses y, hoy, ya dos días desde que Imanol Pradales Gil prestó juramento como lehendakari bajo el árbol de Gernika, tomando el relevo de Iñigo Urkullu Renteria tras doce años tan complicados como fructíferos. La cadena no se rompía. El trabajo anterior era la base de lo que se empezó a hacer aquel 22 de junio de 2024 que ya forma parte de nuestra historia. Y como no había un segundo que perder, el ya octavo lehendakari se volcó en una agenda frenética. Después de dar a conocer las y los quince integrantes de su gobierno de coalición –en su práctica totalidad, nombres nuevos–, a lo largo del mes de julio, Pradales mantuvo encuentros con personalidades de todos los ámbitos, desde el político y sindical al empresarial, pasando por el sanitario y multitud de sectores profesionales. Ahí fue marcando bien pronto las que quiere que sean señas de identidad de su mandado: escucha activa y proactiva, mano tendida, búsqueda de acuerdos con los diferentes y, como resumen y corolario –porque esto no solo va de predicar sino sobre todo de dar trigo– una acción de gobierno pragmática con intervención inmediata en los problemas. Y esto último se ha visto, entre otros ejemplos, en el campo sanitario, gran prioridad del nuevo Ejecutivo y, más importante que eso, de la ciudadanía. Así, junto a la puesta en marcha de una mesa para el diagnóstico de nuestro Sistema Público de Salud con la participación más ancha y profunda que podamos imaginar, antes de esperar a sus conclusiones y su hoja de ruta concreta, se están acometiendo ya las actuaciones más urgentes. En conjunto, como dijo ayer el propio lehendakari, en estos meses se ha cogido (y bien pronto) velocidad de crucero y toca ahora “acelerar el paso y meter una marcha más”. Ahí vendría bien la colaboración de las fuerzas de la oposición, y especialmente de la mayoritaria, EH Bildu, que en este medio año ha aportado muy buenas palabras pero quizá no demasiados hechos.
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