El belicismo unilateral de Benjamin Netanyahu sigue subiendo peldaños en una escalada en la que cuenta con el acompañamiento cómplice de la administración de Donald Trump y cuyo rédito principal es una inestabilidad que beneficia al propio primer ministro israelí. Varios factores coinciden en generar un cóctel interesante para el Gobierno israelí y profundamente negativo para el equilibrio general. En primer lugar, Netanyahu afronta el riesgo de abandono de su gabinete de dos partidos ultraortodoxos cuya salida podría hacerle caer pero que, en situación de amenaza vital para la nación, que es el relato que constantemente agita el primer ministro israelí, puede devolverle la estabilidad. Por contra, el bombardeo contra objetivos militares y nucleares abre la espita de una réplica mayor que la primera oleada de drones envidos por Teherán. El propio régimen iraní tiene una responsabilidad significativa en su falta de cooperación con la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) que monitoriza su programa nuclear para evitar que derive en un plan armamentístico. Sin embargo, la denuncia de esta agencia de Naciones Unidas, que ha sido utilizada por el presidente estadounidense como argumento para justificar el ataque hebreo, no justifica la solución militar, criticada por la OIEA. En primer lugar, la inestabilidad económica en la región se traduce en volatilidad económica en los mercados financieros y de materias primas, con un previsible encarecimiento del precio del petróleo. Pero es que, además, la experiencia apunta a que la solución militar no ha llevado en el pasado a canalizar hacia procesos de diálogo el pulso del régimen persa con occidente y la ONU en materia nuclear. Si el régimen fundamentalista chií de Teherán se desliza a la convicción de que es su propia supervivencia la que está en peligro, no es solo factible que se activen los escenarios de tensión de toda la región –Yemen, Líbano y las organizaciones islamistas que en el pasado fueron un azote terrorista– sino que haga suya la misma lógica de amenaza vital que aplica Netanyahu ante su opinión pública. Esto se traduciría en el agotamiento de los movimientos aperturistas, la represión e incluso la convicción de que solo el arma nuclear disuasoria garantizaría su continuidad. Así de grave es la escalada.
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