La sobreexposición diaria a imágenes desgarradoras y emotivas ha llevado a una paradoja inquietante: en lugar de despertar nuestra empatía y movilización, parece estar creando un bloqueo emocional. Este fenómeno, que el sociólogo Leonidas Donskis describe como “adiaforosis”, es una especie de desconexión emocional que permite a las personas reaccionar ante escenas impactantes como si se tratara de objetos inanimados o acontecimientos ajenos. Frente a las tragedias y conflictos que nos muestran a diario, esta insensibilización transforma la experiencia en algo distante, en una historia que les sucede a otros, allá, en un mundo que no sentimos propio.

En este contexto, la exposición World Press Photo, que ha vuelto a Vitoria-Gasteiz para marcharse este domingo, propone, como cada otoño, una inmersión visual en algunos de los conflictos, dramas y realidades más crudas de la actualidad. Un total de 140 fotografías de 30 fotógrafos, representando a 24 países, llenan los 60 paneles instalados en el Depósito de Aguas del centro cultural Montehermoso, mostrando historias que van desde la falta de futuro de la juventud en Túnez hasta las heridas medioambientales de la guerra en Ucrania.

Cada año, World Press Photo impulsa una exposición itinerante que recorre todo el mundo con las mejores imágenes de su última edición. Viena, São Paulo, Turín, Budapest… han precedido a Vitoria en los últimos meses. Entre las imágenes de este año, destaca la fotografía del gazatí Mohammed Salem, quien capturó el dolor de una tía al abrazar el cuerpo sin vida de su sobrina de cinco años, víctima de un ataque israelí. Esta imagen ganadora del World Press Photo 2024 ilustra el horror de un conflicto sin tregua, donde la pérdida y la desesperación se vuelven cotidianas para muchos.

Sin embargo, la cuestión que persiste es si estas impactantes imágenes realmente logran traspasar la barrera de la adiaforosis y movilizar al espectador, o si se convierten, como tantas otras, en parte del ruido visual que nuestra sensibilidad moderna, desgastada, asimila sin consecuencias reales. ¿Logra World Press Photo sensibilizarnos? ¿O simplemente admiramos la estética de la tragedia a una distancia segura y nos quedamos contemplando lo que algunos llaman “fotazos” o “fotones”, como cuando vamos al cine y salimos diciendo que hemos visto un “peliculón”?

Aun con actividades paralelas, como el debate EnfocAH: el fotoperiodismo en un mundo en conflicto, con la participación de periodistas y expertos, la pregunta sigue siendo si el fotoperiodismo puede hoy en día remover conciencias como en décadas anteriores. En una era donde cada imagen impactante es rápidamente sustituida por otra, parece que la sobrecarga visual no genera reacción, sino resignación. Así, nos enfrentamos a una inquietante realidad: la capacidad de la imagen para conmover parece cada vez más disminuida, atrapada en un ciclo donde el impacto visual nos hace mirar… pero no siempre ver.